Publicado: 28.02.2018
Desde Salta se pueden realizar maravillosas excursiones en los Andes argentinos. No quiero perderme el 'Tren a las Nubes', que circula por una de las líneas de tren más altas del mundo. Así que viajo como parte de un grupo turístico con un guía hasta San Antonio de los Cobres a 3,800 metros en autobús, después de lo cual el famoso tren escala en aproximadamente una hora hasta 4,220 metros. El paisaje es asombrosamente hermoso: montañas en diversas formaciones y colores que van desde el rojo hasta el verdoso, cactus, cúpulas cubiertas de nieve y aquí y allá, un cementerio en medio de la nada. En cada parada, los lugareños se acercan a nosotros, los turistas, y tratan de vendernos su artesanía; también ofrecen a sus hijos y un llama como motivo fotográfico por 20 pesos (80 centavos). Cuanto más se repite la situación, más deprimente me parece. Para el almuerzo, nuestro guía nos lleva al pueblo de San Antonio de los Cobres, que también es el punto de inicio y final del viaje en tren. En San Antonio de los Cobres no hay nada. Las casas parecen deshabitadas, el viento sopla llevando la gruesa capa de arena de la calle a la cara, los perros vagan y luego aparecen dos niños pidiendo limosna por 5 pesos (20 centavos). Nuestro guía dice que es importante para él que activemos la economía de la región. A pesar de mi síndrome de ayudar y de toda la comprensión por la necesidad de la población, empiezo a sentirme un poco explotado y al mismo tiempo me da vergüenza sentir eso. Entro en el único restaurante que parece estar abierto, donde ya hay otros turistas, salgo de nuevo y me compro un helado en un quiosco a dos calles que están desiertas. El paisaje en el camino de regreso a Salta me permite respirar un poco de nuevo, sin embargo, queda un resto de impotencia y aprensión.