Publicado: 19.03.2020
Un capítulo más de Canadá llega a su fin. Vine para trabajar en una escuela de naturaleza y conseguir la Visa de Residencia Permanente, y me fui sin haber alcanzado ninguna de las dos cosas. ¿Fracasado? Uno ya está fracasado si no se levanta después de caer. ¿Cómo habríamos aprendido todos nosotros a levantarnos después de caer, si nos hubiéramos quedado tendidos? ¡Misión en Canadá cumplida! Al principio, me sentí completamente tenso, mi zona de confort quería empujarme de regreso al país del chocolate. Luego, la caída libre, donde, como en un estado similar al de las drogas, todo era irrelevante para mí, y al final, el disfrute, disuelto en la total presencia. Una vez más, la vida me ha llevado de la mano y me ha dado lo que más necesitaba. He hecho yoga con traseros femeninos, he filosofado sobre el cambio climático con pilotos sanadores, he estado alojado con chinos, he hecho sauna con indios, he reparado mi auto constantemente, me he establecido como técnico de esquí y he llamado a mis seres queridos. Una vez más, he aprendido a amar el caos de la vida, le he mostrado el dedo medio al miedo y he confiado en mí mismo. Sé que soy una buena persona, dotada de un cierto carisma, y a pesar de mis abismos, puedo estar orgulloso de mí mismo.
Además de mis llamativos pantalones amarillos, también llevo a casa unos cuantos kilos de tocino de comida rápida y me alegra anticipar muchos momentos felices en Suiza. Continuará...