Publicado: 15.08.2019
Con una parada en Vladímir, ayer nos dirigimos a Moscú. En términos de distancia no es tan lejos (aproximadamente 400 km), pero la situación del tráfico en Moscú fue anunciada como impredecible. Los tiempos de viaje no son calculables. Mentalmente nos habían preparado para un encuentro tardío. Por suerte, fue mucho más rápido y ya a las 19:30 estábamos en el Mercure Arbat, muy cerca del centro.
Vladímir fue la capital del imperio ruso hace muchos siglos y está por ende equipada con iglesias históricas con cúpulas doradas. La ciudad forma parte del denominado "Anillo de Oro" alrededor de Moscú. Después de haber visto tantas iglesias adornadas con oro, empezamos a sentir ligeros síntomas de agotamiento en ese aspecto.
Moscú impresionó ya al entrar con su grandeza. Todo es grande: calles, plazas, edificios, y masas de autos y personas.
En el día libre de hoy comenzamos a explorar la ciudad por nuestra cuenta. Primero hacia la Torre de Televisión Ostankino (que es el edificio más alto de Europa) para tener una vista general, luego de regreso a la abarrotada Plaza Roja, atravesamos la tienda GUM (¿Qué sanciones, por favor?) y pasamos por diversos bulevares y zonas peatonales de regreso al hotel. Estamos un poco abrumados por todas las impresiones y la multitud de gente.