¡Adiós Guatemala!

Publicado: 20.02.2022

El jueves fue un día de despedida. Despedida del Hostel Tropicana, despedida de Antigua y también despedida de Guatemala. Además, mis caminos se separaron de los de Andy, quien partió el viernes por la mañana hacia El Salvador.

El Tropicana era un hostel de fiesta perfectamente organizado, con piscina, dos bares, actividades de entretenimiento, happy hour hasta las 18 horas y ofertas de excursiones comerciales. En nuestro dormitorio había espacio para cinco camas litera. La despedida fue fácil.

Rendimos un último homenaje a Antigua desayunando en el que probablemente es el McDonald's más hermoso. Detrás de gruesos muros se abría un patio como de tiempos pasados, con fuentes, pasillos cubiertos y un jardín bien cuidado, además de la fantástica vista del Volcán de Agua.

La despedida de Guatemala fue algo más complicada. El viernes por la mañana subí al taxi solicitado. Sin tráfico ni bloqueos, llegué al aeropuerto mucho antes de tiempo y disfrute de un último desayuno guatemalteco. Luego, el control de seguridad. Me dijeron que debía dejar mi tijera de uñas. La tijera con las puntas redondeadas nunca había sido cuestionada. Ridículo, quise demostrarle al oficial de seguridad que esa tijera sin filo no representaba ningún peligro, intenté lastimarme con ella. Todo en vano. Mis dos encendedores sufrieron el mismo destino.

Ya odiaba los aeropuertos antes... espacios cerrados revestidos de vidrio, tiendas excesivamente caras, interminables pasillos comerciales, café a precios astronómicos, la aparente arbitrariedad del personal de seguridad, escáneres corporales, cinturones que se desabrochan apresuradamente, pantalones que se caen, la humillación de ver a viejitas descalzas atravesar los controles y luego tener que vaciar sus neceseres frente a extraños ignorantes... sin mencionar los controles fronterizos y el llamado profiling racial.

Lo que siguió fue el embarque para mi vuelo a través de Ciudad de Panamá hacia Bogotá. Me sentía bien preparado. Mi estado de vacunación era suficiente para la entrada, Panamá en sí no exigía una vacuna triple hasta el domingo, los viajeros en tránsito no estaban afectados. Además, me había registrado adecuadamente en la autoridad migratoria colombiana. Luego la pregunta acerca de mi billete de salida... ¿qué?

Colombia exigió una prueba de que dejaría el país también por vía aérea. No se preveía un viaje por tierra o agua. Los billetes podían ser cancelables. El amable empleado de la aerolínea me indicó que tenía diez minutos para reservar un billete en línea. Resultado: 120,- por un vuelo reprogramable a Lima en marzo. Aeropuertos, el noveno círculo del infierno.

Mi breve estadía en el aeropuerto de Ciudad de Panamá no cambió lo más mínimo esta evaluación. Largos pasillos, mucho espacio para comercios, poco espacio para viajeros con equipaje que solo estorbaban, escasas plazas para sentarse, internet gratuito por 30 minutos... en 2022.

Tres horas después, aterrizaje en el aeropuerto El Dorado (no es broma) en Bogotá. Una hora de espera por mi sello de entrada, seguida de la breve pregunta sobre el motivo de mi estancia, turismo, y el día había cumplido su objetivo.

Biografía sobre el tema Panamá:

https://de.m.wikipedia.org/wiki/Manuel_Noriega


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