Publicado: 06.10.2019
Al llegar a Kandy, mi breve momento de relajación fue puesta a prueba de inmediato con los habituales asedios. Kandy tiene solo 120,000 habitantes, pero no es menos abarrotada, estrecha, ruidosa y caótica que Colombo. El Templo del Diente que se encuentra aquí supuestamente alberga un diente del mismísimo Lord Buda, atrayendo así a muchos peregrinos de su propio país así como turistas. En mi opinión atea, el templo es, sin duda, muy digno de ver, sin embargo, también aquí se práctica una increíble estafa, lo que me molestó muchísimo. Ni siquiera en un templo uno estaba a salvo de timadores y estafadores, y después de algunas discusiones y diálogos acalorados, realmente estaba harto. Aparte de eso, pasé una semana completa en Kandy, pintando las paredes en un pequeño albergue a cambio de alojamiento y comida. Suena loco, y lo era. Pero para mí era una buena oportunidad de hacer algo que me gusta mucho, no gastar dinero innecesariamente y, aun así, conocer gente. El dueño nunca estaba allí y dejaba a todos los empleados y voluntarios como yo prácticamente a su suerte, lo que aunque generó una atmósfera muy relajada, condujo a una organización caótica y un estado bastante deteriorado del albergue. Casi todos los días, se encontraba al personal completo ya por la mañana, drogado en la sala de descanso, y nadie podía entender por qué prefería irme a pintar antes que unirme a ellos. Aunque no me sentía especialmente cómodo en la compañía exclusivamente de hombres singaleses de entre 20 y 30 años, aquí todos me trataron con respeto y así, poco a poco, fui saliendo de mi caparazón. Cuando después de unos días llegaron otros dos voluntarios y algunos viajeros más, también se volvió claramente más social y agradable; incluso un nuevo viaje a la ciudad se volvió divertido, ya que podía relajarme mucho más en compañía de otros. Con los otros dos voluntarios, Cameron, un escocés divertido y amante de la bebida, y Thien, una francesa de ascendencia vietnamita, encantadoramente despistada, afortunadamente me llevé muy bien y seguimos viéndonos a menudo después de Kandy. Pero el punto culminante de estos días fue seguramente nuestra excursión a la cascada de Ramboda, que se convirtió en una auténtica expedición jungla de peligro extremo. Dos de los locales que