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Etiqueta 53: Del orgulloso pavo real al perro mojado

Publicado: 27.08.2016

21.08.2016


La ciudad de Surfers Paradise, aunque causa una buena impresión durante nuestra visita, no cumple del todo con las expectativas que su nombre genera. Aunque disfrutamos de un clima soleado, aún temblamos un poco, ya que la imagen pintoresca del surf urbano se ve perturbada por un viento fuerte y muy cambiante. Quien practique un poco de surf –y deportes acuáticos– sabe que el viento genera olas, pero estas suelen ser demasiado descoordinadas e impredecibles para surfear. Las condiciones son, aun así, paradisiacas. Más en la playa que en el agua. Esto se debe principalmente a las damas extremadamente liberales que se broncean en la costa australiana un domingo por la mañana. De ahí quizás el nombre de Gold Coast. Sin embargo, como un loyal burro que soy, no me dejo distraer e ignoro a las damas sin topless para dedicarme a mi amiga un poco alborotada –el mar–. Gudi y su peinado, que también ha sido un poco acariciado por el viento, están explorando la ciudad y las innumerables tiendas de surf, dedicándose a la misión de comprar bikini. Después de muy poco tiempo, me encuentro directamente en esta tarea sin solución, ya que resulta que una tabla sin leash (cuerda de sujeción para la pierna) tiene una naturaleza un poco rebelde. Así que termino en la tienda junto a Gudi y una vez más invierto 25$ en un leash y cera, para finalmente poder meterme al agua. La sensación –no, la certeza– de ser observado por las bellezas de la playa me pone, lamentablemente, bastante bajo presión y las condiciones de huracán no mejoran mi situación, al igual que mi salvavidas: una tabla de surf demasiado pequeña. En esas condiciones, y también probablemente en las peores condiciones en mucho tiempo, me comporto más como un perro mojado y no como un orgulloso (surfista) pavo real, que intentaba representarme en la playa.

Empapado y con la cabeza gacha, pronto me doy cuenta de que poderes superiores solo parecen favorecer mi autorrepresentación ante Gudi. Bueno, no debería pasarnos nada peor.

En la tarde, visitamos el mercado de fin de semana, que lamentablemente no tiene mucho que ofrecer, y esperamos el atardecer para poder observar nuevamente el horizonte de la ciudad desde la playa en la oscuridad. En el proceso, registramos la multitud festiva y notamos que nuestro deseo de mezclarnos con la gente después de las 19h se alimenta.

En resumen, se puede decir sobre Surfers Paradise: gran ambiente y sensación increíble de surfear frente a enormes rascacielos. Sin embargo, si no se surfea, no solo el cuerpo cae de la tabla, sino también el ego baja al sótano.


Las gloriosas leyes de Gudi:


¡Cuatro muestrecitas son suficientes!

Aunque el mercado de fin de semana no es emocionante, eso no significa que Gudi no se emocione cuando yo –tengo que confesar que bastante ávido– me lanzo sobre las muestras de chocolate gratis. Grande Madame se debate, ese día, entre la modestia y el deseo de ahorrar. Por mi parte, ya parece que en India me dejé de preocupar por lo que la gente piensa de mí o qué es lo considerado correcto.

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