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Cuba - La Habana

Publicado: 22.11.2016

Después de un corto vuelo de Cancún a La Habana, llegamos a Cuba. Uno se sumerge de inmediato en un mundo diferente y se siente como si estuviera en un viaje en el tiempo. La Habana tiene una belleza morbosa y la arquitectura colonial, que alguna vez fue grandiosa, se ve claramente afectada por el paso del tiempo. En contraste, hay viejos coches americanos de los años 50, algunos de los cuales han sido perfectamente restaurados. Pero, al mismo tiempo, la otra mitad de los coches son viejos Ladas y Moskviches, hay imágenes de Fidel Castro, Che Guevara y Camilo Cienfuegos por todas partes, y carteles que alaban las ventajas de la revolución y del sistema político vigente, nunca se olvida que el socialismo realmente existente todavía prevalece aquí. Una mezcla realmente bizarra. La gente es claramente no rica, pero muy amable. Todas las tonalidades viven aquí juntas y no hay racismo. Es muy agradable.

A menudo se recuerda a la antigua RDA. Hacer fila es omnipresente, las instituciones públicas son monstruos burocráticos (tuvimos el placer de tener que extender nuestra visa y pudimos conocer bancos y oficinas de registro), y hay mucha improvisación. Por otro lado, parece que la cohesión entre la gente tiene un significado diferente. Sin embargo, el mayor inconveniente hasta ahora es la comida. No es que sea mala, al contrario, los cubanos pueden cocinar bastante bien. Es simplemente muy, muy unilateral. Los menús suelen consistir en espaguetis, pizza y sándwiches. Mejor dicho, espaguetis con queso o espaguetis con jamón. O espaguetis con jamón y queso. Lo mismo se aplica a las pizzas y sándwiches. Y para el desayuno hay pan con jamón, alternativamente, por supuesto, con queso o ambos. Y comemos al menos dos huevos al día, en cualquier forma que sea. Pero ya conocíamos eso de Centroamérica. Más vale no saber nuestros niveles de colesterol. Ser vegetariano es difícil aquí, y se desaconseja a los veganos viajar.

También es muy difícil encontrar internet, hasta el punto de que no existe, pero uno también se acostumbra a ello. La red cubana está conectada a la red venezolana a través de un cable de fibra óptica. Además, solo hay puntos públicos en ciudades más grandes, donde uno puede conectarse a internet a un costo bastante elevado. Pero volviendo al viaje en sí:

Se puede pasear por La Habana durante horas o días y siempre ser abrumado por nuevas impresiones. La vida colorida en las calles, la arquitectura de la ciudad que alguna vez fue adinerada, la música en cada esquina, el malecón de kilómetros de largo... Pero también visitamos el gran museo de la revolución en el antiguo palacio presidencial y la Plaza José Martí, donde se daban grandes discursos y desfiles. Todo muy emocionante.

Desde nuestra llegada, hemos estado viviendo en lo que se llaman Casas Particulares, habitaciones que los particulares pueden ofrecer a los viajeros. Así se tiene siempre contacto con la población y lo consideramos muy útil y agradable. Además, se puede echar un vistazo detrás de las fachadas agrietadas, donde en apartamentos bien cuidados se despliega toda la belleza del estilo colonial. Además, es más barato que un hotel (ya teníamos un poco de miedo, ya que Cuba es considerada muy cara entre los turistas).
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