Publicado: 27.10.2018
Esta mañana pude acompañar a las personas con las que cené ayer a un lugar curioso que se encuentra algo más alto y en dirección a la frontera chilena: Puente del Inca, un puente natural que ya fue descrito por Charles Darwin en sus diarios de viaje.
Este puente natural es un fenómeno geológico: depósitos de carbonato de calcio y hierro formaron esta estructura, ya que aquí sale agua termal caliente de la montaña y se enfría. El Río Mendoza ha excavado su camino por debajo. Desafortunadamente, actualmente está prohibido acceder al maravilloso natural y hay un guardabosques que vigila. Como no había un autobús a la vista en mi dirección y quería caminar un poco, marcho por la antigua ruta del legendario tren Transandino en dirección a la parte baja. El ritmo se mantiene lento debido a la distancia entre los traviesas. El paisaje del valle es inusual y fascinante. Casi no hay vegetación, por lo que falta el verde, en cambio hay masas de roca rojas y amarillas, cumbres nevadas, y sobre ellas un cóndor vuela en silencio. La masa rocosa 'Penitentes' recordaba a los exploradores españoles una serie de penitentes, conocidos de la Semana Santa en España, de ahí el nombre. Cruzo un estrecho puente de ferrocarril. Entre las traviesas de madera, el abismo se abre. Más abajo me doy cuenta de que estoy saliendo por el lado equivocado del río. Pero no hay ningún puente a la vista. El Río Mendoza no lleva tanto agua en este momento, pero aún así tiene entre 6 y 8 metros de ancho. Entre las rocas, la corriente es rápida. Debo llevar mi equipo de cámara, teléfono y netbook al otro lado sin mojar. Exploro la ribera del río en busca de un lugar por donde pueda cruzar. Fue útil mi experiencia como kayakista y el conocimiento de dinámica de fluidos de mis estudios de ingeniería: es mejor encontrar un lugar donde la corriente es uniforme y hay menos remolinos visibles. Me quito los zapatos, y zippo mis pantalones. Ató los zapatos por los cordones y los llevo sobre el hombro, sujeto la bolsa de la cámara a mi cuerpo. Ya es muy refrescante, pero he estado en ríos más fríos. Después de todo, es agua de deshielo de la montaña más alta de América, el Aconcagua de 6961m. Paso a paso me adentro en el agua turbia. El agua ya me llega por encima de las rodillas. ¡No hay vuelta atrás! Con cuidado sigo. Aún faltando 2 metros, de repente empiezo a tambalearme - con movimientos de brazos consigo recuperar el equilibrio y finalmente lo logro. Respiro aliviado. Si me hubiera resbalado, no quiero ni pensarlo, no tanto por mí - disfruto nadar - ¡sino por mi equipo! El blog habría terminado. Mis pies se secan rápidamente gracias al viento y al sol.
Luego seguí forzosamente desde Los Penitentes con todo mi equipaje haciendo auto-stop. Un autobús llegaría en 4 horas, dijeron en el hotel. No hay más que hacer, ¡pulgar afuera! Recordé mi experiencia haciendo dedo: las gafas de sol son malas - hay que mirar a los ojos de la gente. Agitaba fuertemente para los autobuses, pero lamentablemente no hubo éxito. Ya estaba sacando mi lectura de viaje y comencé a leer. Pasaron muchos camiones, pero no podía imaginarme que me llevarían. Después de aproximadamente 45 minutos, y 5 minutos después de haberme quitado las gafas de sol, un conductor de camión se compadeció de mí. Había hecho una pausa para ir al baño un poco más adelante. El coloso se acerca lentamente hacia mí, con una sonrisa amable. Un camión de Argentina, que transporta plátanos de Chile a Buenos Aires. Hablamos sobre de dónde venimos y adónde vamos, sobre su camión alemán, tecnología, regulaciones, clima, tierra y gente. Él, curioso, me hace preguntas y yo respondo encantado, ya que estoy muy contento de que me lleven. Una sensación de seguridad en la cabina de un camión tan grande. El conductor es un tipo amigable, tiene mucha experiencia. Fuma un cigarrillo, con tazas de café vacías en el tablero. Hace este recorrido dos veces al mes. Luego llega la advertencia: ahí adelante hay un control policial 'no hable Español' (ahora no debo hablar en español). La policía pregunta por la carga y sobre el extraño pasajero. Luego abre la puerta del pasajero: si todo está en orden y yo respondo como acordado en un lenguaje incomprensible. Si voy a Mendoza, asiento. Todo salió bien.
El día lo término en mi cabaña reservada - una especie de cabaña acogedora en Uspallata y un cálido viento azota el lugar. Un techo de chapa mal fijado es molesto. ¡Mañana finalmente y por fin me voy a Chile! Ya tengo mi pasaje de autobús.