Publicado: 17.08.2017
Es un día cálido en Múnich cuando nos dirigimos hacia Hanói, a 8600 kilómetros de distancia. Un sentimiento de inquietud y mucha anticipación nos acompaña hasta que, tras casi 18 horas, desembarcamos en el Aeropuerto Internacional. Una pared de 36 grados y un 90 por ciento de humedad nos reciben; sin haber reservado un traslado, comenzamos la búsqueda de un taxista. Después de un minuto, varios vietnamitas se nos acercan sonriendo; pagamos aproximadamente 18€ por el trayecto de 50 minutos hacia el famoso Old Quarter. La antigua capital es un símbolo, y no sin razón; aquí se agolpan innumerables personas, y en el aire flota el aroma tentador de la comida. Las calles son estrechas, pero se siente más tráfico aquí que en la Autobahn alemana. En una esquina de la calle, descubrimos a una joven frente a una parrilla, y sin preguntar más sobre lo que es, hacemos un pedido. Tras 2 minutos, ella nos entrega dos Ba Minh, y por solo 1€ hemos encontrado uno de nuestros platillos favoritos: un pan blanco con verduras, salsa y cerdo a la parrilla. En diferentes lugares, también hay opciones vegetarianas. La primera impresión nos ha convencido completamente; el resto del viaje lo encontrarán en mis otros blogs.
su amigo Fabi