Publicado: 29.11.2018
Al llegar a Bacalar, primero llovió. Mi albergue me informó que en ese momento no tenían agua, pero que lo resolverían antes de las 7. Al llegar, me dijeron que no podían repararlo, que sería hasta mañana, y que debía encontrar otro albergue y ellos me llevarían. Dicho y hecho, en la parada de autobús conocí a Elisabetha, así que probé en su albergue, afortunadamente tenían camas libres.
La mañana siguiente alquilamos bicicletas y recorrimos las hermosas orillas del lago, disfrutando del maravilloso clima que al final tuvimos.
Decidimos quedarnos una noche más, sin embargo, nuestro albergue no tenía más espacio y prácticamente nos echaron a la calle. Dado que anteriormente habíamos alquilado nuestras bicicletas en otro albergue, preguntamos allí. Los empleados del albergue eran un poco extraños, pero nuestros compañeros de habitación estaban de muy buen humor.
Por la mañana, después del desayuno, nos dirigimos a la parada de autobús.