El canto estruendoso de los pájaros acompaña por la mañana el amanecer, que sumerge la selva en una luz cálida y crea una especie de idiosincrasia postal exótica. Hoy pasamos en parte por el Parque Nacional Tapantí, con árboles y plantas silvestres que cubren el camino y hojas enormes a los lados. Brevemente escuchamos nuevamente a los monos aulladores, que aparentemente fueron sorprendidos por algo. De alguna manera, hoy no encontramos el ritmo habitual de la caminata y nos esforzamos un poco para superar las pendientes, solo para poco después desmotivarnos al bajar de nuevo. La entrada oficial al Parque Nacional solo se puede alcanzar tras kilómetros adicionales desde el Camino, y también tendríamos que haber hecho una reserva previa. Así que decidimos no hacer este desvío y optar por una pausa más larga en un restaurante en una intersección, donde además encontramos la mejor conexión a Internet de nuestras vacaciones hasta ahora, a pesar de su aislamiento. Un poco más adelante, justo antes del lugar Purisil, una gran puente amarilla decorativa cruza el río. Más tarde llegamos a otro hito del Camino, que nos indica con alegría que ya hemos completado la mitad del camino. A pesar de esta feliz noticia, apenas avanzamos en el último tramo hacia el alojamiento, parcialmente acompañados por un joven perro callejero que está muy interesado en nuestras provisiones. Tras 19,4 km agotadores, llegamos a nuestro destino, Orosí. Afortunadamente, hoy tenemos un hermoso alojamiento, el Chalet Orosí, donde podemos darnos una ducha caliente y elevar las piernas. La casita separada está cómodamente equipada con estándares europeos, dado que la arrendadora es francesa. Decidimos que no queremos caminar más hoy y simplemente pedimos comida a domicilio, permitiéndonos disfrutar de la noche de manera tranquila.