Publicado: 28.10.2024
Hoy conocí a un oso. Bueno, está bien, estaba un poco, digamos, relleno, pero creo que todavía cuenta. Disfrutamos de un paseo tranquilo por el bosque, aunque debo decir que, incluso por mis estándares, el guardabosques estableció un ritmo realmente pausado. Él, Dios lo bendiga, estaba decidido a presentarnos cada hongo, nuez y hoja que pasamos. Al principio, sentí un leve destello de impaciencia, pero pronto acepté la desaceleración y descubrí que realmente lo disfrutaba.
Después del bosque, me dirigí al pueblo de Shirakawago, donde deambulé, absorbiendo su belleza. La multitud todavía era considerable, pero mucho más ligera que ayer, domingo. Me detuve en un encantador lugar de ramen, donde puedes hacer tu pedido a través de una máquina de ticketo en la entrada. Una vez que tienes tu ticket, lo entregas adentro y – ¡voilà! – el ramen aparece como por arte de magia. Eficiente hasta el último sorbo.
Más tarde, visité el museo al aire libre, donde han reubicado y preservado cuidadosamente 25 estructuras tradicionales, incluidas casas de campesinos de estilo gassho y varios almacenes y cobertizos. Al parecer, la mayoría de los turistas lo ignoraron, lo cual, para mi deleite, me dejó en casi soledad para apreciar la calma y serenidad de este lugar en toda su discreta belleza.
Por la tarde, hice el check-in en mi nuevo hotel, solo para ser recibido por otro par de zapatillas! Este par, sin embargo, parece ser solo para uso de emergencia. Parece que en una crisis, uno debe salir corriendo, pero ¡con estas zapatillas “y solo” con estas zapatillas puestas! Mi saga de zapatillas parece no tener fin 😉
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Today, I met a bear. Well, alright, he was a bit, shall we say, stuffed, but I reckon it still counts. We had a leisurely stroll through the woods, though I must say, even by my standards, the ranger set quite the unhurried pace. He, bless him, was determined to introduce us to every single mushroom, nut, and leaf we passed. At first, I felt a slight pang of impatience, but soon enough, I embraced the slow down and found myself rather enjoying it.
After the forest, I made my way to Shirakawago village, where I wandered about, soaking in its beauty. The crowd was still substantial, but much lighter than yesterday, Sunday. I stopped at a charming ramen place, where you place your order via a ticketo machine at the entrance. Once you've got your ticket, you hand it over inside and – voilà! – ramen appears as if by magic. Efficient to a T.
Later, I visited the open-air museum, where they've carefully relocated and preserved 25 traditional structures, including gassho-style farmhouses and various storerooms and sheds. It seemed most tourists gave it a miss, which, to my delight, left me in near solitude to appreciate the calmness and serenity of this place in all its understated beauty.
By late afternoon, I checked into my new hotel, only to be greeted by yet another pair of slippers! This pair, however, is apparently for emergency use only. It seems that in a crisis, one is to dash out, but with these slippers “and only” these slippers on! My slipper saga appears to be never-ending 😉