Publicat: 31.08.2022
¡Aquí vamos de nuevo :)
Después de una maravillosa boda en la Stiftschmiede, en la que reflexionamos sobre nuestras experiencias con quienes nos han acompañado en nuestro camino juntos y celebramos una boda realmente divertida, partimos el martes por la mañana, tras una resaca medianamente superada (solo diré: 49 botellas de vino tinto, 150 cervezas, 200 Aperol/Hugo - y no éramos tantos los que bebieron 😅) rumbo a Perú.
Como ya temíamos, una mochila no llegó. Como viejos lobos de mar mochileros, hemos tenido la previsión de dividir nuestra ropa interior y así, durante los primeros días, solo disfruté de las ventajas de un equipaje ligero sin otros efectos secundarios de olor 😜
Primera parada: Lima. 10 millones de habitantes, una gran ciudad, ruidosa, con mucho tráfico... aquí no nos quedamos mucho. En invierno (de junio a septiembre) hay una niebla persistente, algo de lo que no éramos del todo conscientes. Sin embargo, nuestras primeras experiencias culinarias con la cocina peruana (Chaufa, Ceviche y Pisco Sour) nos convencieron bastante :)
Continuamos por la costa hasta el lugar de surf Punta Hermosa, donde nos enfrentamos por tercera vez a las olas del Pacífico. Las primeras dos veces fueron en Nicaragua y El Salvador - la diferencia elemental: tanto la temperatura exterior como la del agua son 20 grados más bajas :) ¡El factor diversión sigue siendo el mismo :)
Y seguimos con agujetas por todo el cuerpo y en busca de más sol en el Parque Nacional de Paracas.
Allí - increíble, pero cierto - me dejé convencer nuevamente por Matthias para hacer un recorrido en bicicleta. ¡Las impresiones valieron la pena!
También se puede explorar la reserva, que ofrece hábitat a docenas de aves, leones marinos y pingüinos, en bote. Por cierto, el nombre proviene de tormentas de arena o