Publicado: 19.11.2022
Los últimos días y noches, después de tantas actividades y experiencias acumuladas, se dedicaron completamente a la paz y la relajación. Así nos acomodamos en nuestro propio pequeño mundo en el idílico resort.
Con deliciosos cócteles y comidas, numerosos tratamientos de bienestar y (baños de sol) en la playa privada, disfrutamos la vida a plenitud. Con el magnífico servicio que se nos ofreció aquí, no fue nada difícil.
Aparte de la primera y alarmante llamada de atención, que luego resultó no ser una alarma de incendio, sino un ensordecedor grupo de chicharras, nada interrumpió nuestra tranquila relajación.
La vista del mar hacia nuestro resort reflejaba la impresión de estar solo en la jungla. No se podía ver en absoluto que hay un complejo hotelero, tan bien ocultos están los bungalow individuales en la exuberante naturaleza.
Sin embargo, hubo eventos programados. Una noche fuimos a la ciudad para realizar nuestro propio tour de comida callejera en el mercado nocturno y disfrutar de los deliciosos mariscos locales, además de comprar algunos souvenirs. En el camino de regreso, casi tuvo que frenar de golpe nuestro taxista, ya que Henni, para nuestra alegría, había descubierto postales al pasar por el supermercado.
El jueves nos concedimos nuestra última atracción turística del viaje: el teleférico sobre el mar más largo del mundo, con aproximadamente 8 km de longitud. Este lleva a una pequeña isla frente a Phu Quoc, donde hay un gran parque acuático. Los últimos kilómetros del viaje hacia allá nos parecieron algo extraños, ya que se está construyendo aquí una ciudad planificada al estilo italiano. Muchas de las casas ya están terminadas, pero casi todo está vacío, lo que da la sensación de estar atravesando una ciudad fantasma. También en la isla se sigue construyendo con fervor, y se puede intuir cuántas atracciones más se añadirán con el tiempo.
Después de disfrutar y agotarnos en los muchos toboganes de agua, pasamos nuestro último día de vacaciones nuevamente de manera relajada en el resort. Después de un extenso día en el spa, disfrutamos de nuestra última noche en el restaurante de la playa con música en vivo.
Y entonces, lamentablemente, llegó el momento de despedirnos de Vietnam y, sobre todo, de Micha.