Publicado: 29.04.2018
Después de pasar un día en Cochabamba en un bonito hotel con un personal poco amable y un extraño anciano, y reflexionar sobre cómo continuar desde allí, nos dirigimos al Parque Nacional Torotoro.
El sábado, por la mañana, visitamos una gran cueva de estalactitas.
Como equipo, nos dieron un casco con una lámpara frontal, y nuestra ropa se ensució bastante cuando tuvimos que gatear o deslizarnos. Había un lugar tan estrecho que apenas me atreví a pasar. Solo había una manera de avanzar con los pies primero, y luego, después de una curva, había que pasar de lado por el 'pasaje'. Me pregunto qué habrá pensado la primera persona que logró atravesar este lugar. Además, me resulta un misterio cómo los grandes y no necesariamente delgados hombres del grupo que vinieron después de nosotros encajaron allí.
En un momento, apagamos todas nuestras lámparas de cabeza y nos quedamos un rato en la oscuridad. En la cueva viven murciélagos y, además de muchas estalactitas y estalagmitas, hay pequeñas cascadas y lagos. En el pasado, muchos turistas rompieron estalactitas, lo cual es muy lamentable, ya que llevan 25 años en crecer solamente un centímetro.
Aunque fue emocionante estar en la cueva, me sentí aliviada de volver a la luz del día.
Tuvimos una hora de descanso para el almuerzo en el pueblo, antes de continuar con la caminata de la tarde. Primero, volvimos a ver huellas de dinosaurios, que eran mucho más profundas que las últimas que vimos en Sucre, y me parecieron más impresionantes. Había huellas tan pequeñas como mi pie y otras en las que podría sentarme teóricamente.
Luego continuamos hacia el cañón, que, a diferencia del Cañón del Colca, era realmente como uno se imagina un cañón, con paredes de piedra que caen abruptamente en medio del paisaje. Se veía realmente hermoso.
El descenso al valle no fue tan bonito, casi 700 escalones. Sin embargo, al final nos esperaba una hermosa cascada, donde tuvimos algo de tiempo para nadar.
El camino de regreso fue realmente agotador, y me alegré de llegar de nuevo al pueblo, el cual dejamos nuevamente la mañana siguiente.
~Lenja