Reisebriefe von Felix
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¡No te metas con la seguridad!

Publicado: 14.03.2017

A las 6 suena el despertador. Desayuno, cepillarse los dientes, plegar la cama y salir. Necesitamos aproximadamente 45 minutos hasta Picton, donde el ferry sale a las 9. Nos alegra que el oleaje sea solo moderado, ya que ambos en el pasado no hemos destacado precisamente por tener un estómago resistente a la navegación.

Cuando dos horas más tarde estamos luchando contra las náuseas, preferiríamos no imaginar cómo habría sido una travesía más agitada.

Al mediodía llegamos a Wellington. Ya en el ferry hemos revisado el pronóstico del tiempo para los próximos días y hemos concluido que es mejor no meter demasiado profundo nuestra chaqueta de lluvia en la mochila. Debido al clima, decidimos de repente desechar nuestros planes. Hemos decidido que en este día queremos disfrutar del (aún brillante) sol en lugar de estar sentados en el coche.

Optamos por un pequeño lugar cercano a Wellington. Cocina, ducha gratuita, Wi-Fi, área verde. Suena bien. Así que allá vamos. Nos registramos en la recepción. El dueño del lugar resulta ser el kiwi más extraño que hemos conocido hasta ahora. El anciano de 80 años, que parece un poco desganado, nos pasa el código de Wi-Fi por encima del mostrador después de que pagamos. Al preguntar por la cocina, mientras murmura la respuesta en su inexistente barba, cierra la ventana corrediza y nos da a entender que la conversación ha terminado para él. Sin embargo, antes de que la rendija se cierre por completo, nos informa de manera inequívoca que, por favor, debemos seguir las reglas de seguridad, las cuales vigilan regularmente el lugar por las noches.

Con esta información, nos deja levemente confundidos frente a la ventana cerrada.

Buscamos un bonito lugar, nos tumbamos al sol y casi hemos olvidado la conversación. Un repentino rugido del motor nos hace sobresaltar. Aparentemente, la seguridad se ha ofrecido para un primer recorrido. Interesados, giramos las cabezas y nos damos cuenta entre risas de que la seguridad no está constituida por una fila de tipos musculosos y despiadados, sino que el viejo avaro ha rodado lentamente en su desvencijado coche los 10 metros desde su oficina hasta el lugar. Con una mezcla de mirada de sheriff cool y una pose desenfadada (un brazo colgando por la ventana), observa críticamente las furgonetas estacionadas. Este procedimiento se repite para nuestro agrado tres veces cada hora!!! :) ¡Qué bueno que nos advirtieron sobre la seguridad!

Después de una cena muy deliciosa (verduras con kumara en salsa de curry y coco), nos vamos a dormir.

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