Publicado: 15.09.2019
Ayer dejé atrás Tiflis por un día. Viajé a través de una hermosa zona hacia el suroeste. Primero a Borjomi. Allí hay una fuente de agua mineral con parque y sanatorio y todo lo que se puede imaginar. Todos los parques tienen un ambiente ruso. Muy ordenados, bonitos y cuidados, pero muy bien pensados. No hay nada caprichoso, excepto las posibilidades de juego para los niños, que tampoco son realmente juguetonas.
Continué hacia Vardzia, donde se encuentra el famoso monasterio en cuevas. Un complejo increíblemente impresionante. Se dice que en su apogeo, 800 monjes vivían en el monasterio, hoy solo quedan unos pocos. Me sentí como si hubiera sido transportado a otro mundo. Además, era sábado por la tarde y el sol bañaba el complejo en luz dorada, cuanto más bajaba. Había una gran tranquilidad sobre el lugar, a pesar de los turistas. Algo muy solemne y majestuoso.
Difícil de expresar con palabras. Hay lugares que están tan llenos de magia y encanto que en realidad solo se puede permanecer en silencio.
Un recuerdo me acompaña: un dolor muscular terrible. De estas miserables escaleras que bajan por el valle. No parecía querer detenerse con estos escalones...