Publicado: 30.09.2018
Con el taxi colectivo llegamos a Varadero. Es una larga lengua de tierra. Al parecer, es una de las playas más hermosas de Cuba, nuevamente. Nos dirigimos a nuestra familia anfitriona y nos acomodamos un poco. Al mismo tiempo, ya nos habíamos preparado un poco para el vuelo que se avecina. Cosas que seguramente no necesitaremos más están bajo el aterrizaje en la mochila.
Realmente no pudimos hacer muchas cosas por ver. Para eso, durante los días restantes en la playa, sí lo hicimos. La playa era realmente bonita, aunque es una lástima que la gente local deje bastante basura por ahí (huesos de pollo, vasos de plástico, etc.). Sí, después de que alguien nos apuñaló con un hueso, decidimos apoderarnos sin más de dos tumbonas del hotel.
El último día de playa, Muriel se encontró con una pequeña abeja. Por supuesto, también fue aplastada (como se suele hacer) y la disfrutó mucho. De repente, se la picó en la mano. La mordedura sangrienta fue debidamente tratada por la madre anfitriona con un ron de alta graduación. Afortunadamente, teníamos antibióticos a mano...
(No, no la abeja - fue una linda)
Después de dos días, comenzamos nuestro camino hacia la última parada después de 7 meses, La Habana. Es una sensación increíblemente extraña volver a la vida cotidiana normal después de 7 meses y regresar a la Suiza organizada. Pero no es una sensación negativa, sino muy positiva.
Al día siguiente, partimos y nos registramos nuevamente en nuestro albergue en La Habana.