Publicado: 12.07.2017
Después de que volvemos a estar por nuestra cuenta, viajamos de La Habana a Viñales. El valle más hermoso y principal zona de cultivo de tabaco en Cuba. Llegamos allí apretujados en un taxi colectivo con un conductor que casi me vuelve loco. Pero al llegar a Viñales, nos espera una hermosa Casa con una enorme terraza y una increíblemente amable Casa Mama que se preocupa por nosotros con mucho cariño. Al día siguiente, nos embarcamos en una pequeña caminata por el hermoso valle, donde también visitamos una plantación de tabaco y paseamos por los campos. No nos detienen ni la lluvia ni el barro hasta las rodillas. Al final de la caminata, nos regalamos un fresco jugo de mango, una cervecita y un cigarro orgánico directamente del agricultor. También compramos uno o dos cigarros más.
En el segundo día en Viñales, queremos visitar una de las muchas cuevas. Sin embargo, la cueva turística con su paseo en bote nos desanima. Pero la guía de viaje de Max (la primera en 9 meses 😉) resulta ser una verdadera joya. Viajamos unos 30 minutos en taxi a una oficina del parque nacional, donde se puede conseguir un guía por 10 euros por persona, que nos llevará durante una hora a la segunda cueva más grande de América Latina. La cueva cuenta con ocho niveles y un sistema de túneles de 48 km de largo. En el camino hacia la entrada de la cueva, con un poco de ayuda financiera, logramos convencer a nuestro guía de adentrarse un poco más en la cueva. Al llegar a la entrada, bajamos unos 10 metros y nos encontramos en la entrada de la cueva. Encendemos las linternas y nos dirigimos hacia la oscuridad. Aprendemos mucho sobre las estalactitas, la cueva misma y los diferentes sistemas de túneles. También Fidel se había escondido aquí. En el día de hoy somos los únicos turistas que visitan la cueva. Trepamos sobre formaciones rocosas, vademos con agua hasta las rodillas y escalamos alguna roca para llegar a los diferentes niveles de la cueva. Tocamos música sobre estalactitas alargadas similares a órganos y alcanzamos los ojos del abismo. Dos cráteres en medio de la roca, cuyo interior solo se accede a través de la cueva. En uno de los grandes salones de la cueva, apagamos nuestras linternas y experimentamos la oscuridad y el silencio absolutos. Aquí se oye cada latido de nuestro corazón. Sin las linternas, nunca podríamos salir de aquí. Después de casi 3 horas, escalamos de nuevo fuera de la cueva. Ayudamos a un agricultor a buscar a un cazador furtivo que, justo 5 minutos antes de que dejáramos la cueva, había disparado a uno de los cerdos del agricultor. Buena cosa que nos enteramos solo cuando ya estamos de vuelta en el auto. Regresamos a Viñales y terminamos un día lleno de aventuras, y esperamos con ansias unos días de playa.
Hasta pronto
Max y Marius