Publicado: 01.11.2017
Maggi dirigió el próximo destino al Lago Titicaca, el cuerpo de agua navegable más alto del mundo. El lago es realmente espectacular y a veces tuvimos la sensación de estar en el mar, ya que no podíamos ver la orilla opuesta.
Después de dos días de relajación, cruzamos la frontera hacia Bolivia. Finalmente, un nuevo país. El cruce de frontera fue rápido. Sin embargo, después de ingresar nadie quiso abrir la barrera. Así que Silke salió y empujó la barrera hacia un lado y luego volvió a colocarla en su lugar, aparentemente es una práctica común aquí 😊. Luego, Maggi tuvo que ser muy valiente. Para llegar a La Paz, la capital no oficial de Bolivia, tuvimos que cruzar el Lago Titicaca. Después de breves pero intensas negociaciones, se alquiló un lujoso barco. Teóricamente, esta embarcación debería tener 55 caballos de fuerza, como se dijo, teóricamente. En la práctica, un viejo cordón de zapato actuaba como arrancador y las cubiertas de protección están sobrevaloradas. Con velocidad de caracol, alcanzamos la otra orilla.
En La Paz, nuestro primer desafío fue encontrar una ruta tranquila para llegar a nuestro lugar de estacionamiento, lo cual no es tan fácil. El tráfico en esta ciudad es simplemente indescriptible. Las señales semafóricas se consideran recomendaciones, no existen marcas en la carretera y la regla general es que quien suena más fuerte tiene preferencia. Los cebras disfrazados son muy simpáticos. Intentan, de manera lúdica, acostumbrar a los peatones y conductores a la función de los pasos peatonales. ¡De clase mundial!
En La Paz nos dimos el lujo de realizar un tour privado por la ciudad, aunque el clima fue bastante decepcionante. Nuestra conclusión: la ciudad no tiene mucho que ofrecer culturalmente, pero las anécdotas de nuestro guía fueron agradables. Con la nevera llena, la ropa recién lavada y el tanque de agua dulce lleno, partimos, junto con Sabine y Uli, hacia nuestra próxima aventura. El Salar de Uyuni, la mayor superficie de sal de la Tierra.