Publicado: 11.08.2017
Desperté a las cinco. Está tranquilo, no caen gotas de lluvia sobre la tienda. Por fin. Quería levantarme a tiempo, pero cinco de la mañana es innecesario.
Cuando me despierto de nuevo a las 6:30, vuelve ese suave golpeteo de gotas de lluvia. Genial. ¿Por qué iba a terminar de forma diferente a como empezó? Siguiendo el llamado de la naturaleza, me levanto y abro la tienda. Dieter, al frente, también está despierto y sentado en la entrada de su tienda. '¿Quién dijo ayer que hoy estaría seco?'
Eso fue la suma de varias aplicaciones del clima. Un fallo total.
Las actividades comienzan a moverse lentamente en el camping, por todas partes se está empaquetando, se enrollan las tiendas y se cargan los autos. La mayoría de las cosas ya las había guardado ayer. No puedo colgar el saco de dormir afuera para que se ventile hoy. Como último acto, intento meter mi tienda en la bolsa con la menor cantidad de agua posible. La idea de recoger el agua, embotellarla y venderla como auténtica lluvia islandesa la descarto rápidamente. Seguro que ya se le ha ocurrido a algún islandés.
Todas las cosas que creo necesitar en el ferry las tengo en mi mochila. Ahora intento sentarme en Suzi. Subir sobre los dos maleteros y con las dos ruedas de equipaje ya es difícil, con la mochila en la espalda se complica aún más. No se ve elegante. Los 500 metros hasta el ferry se recorren rápidamente. El proceso de check-in avanza con la rapidez de siempre.
Los que dirigen el embarque intentan evidentemente hacer que tantos vehículos como sea posible queden uno al lado del otro. A mi lado se detiene un motociclista de Francia. El encargado salta, gesticulando de manera frenética. 'Más cerca, más cerca', le grita al francés. Este sacude la cabeza y trata de explicar que así no podrá salir entre las motos. Eso parece no impresionar al encargado. '¡Más cerca, más cerca!' Ahora grita con más insistencia.
Al francés se le acaba la paciencia. A pesar de tener casi nulos conocimientos de francés, puedo entender lo que piensa del encargado y lo que le desea o lo que debería hacer. Entre nuestros maleteros aún hay 20 centímetros de espacio. Como el encargado se ha vuelto a girar para medir a otros motociclistas, inclino a Suzi desde la posición del caballete lateral a la vertical y reduzco la distancia entre nuestros maleteros a pocos centímetros. Entonces le doy un toque al compañero francés en el hombro. '¿Es esto lo suficientemente cerca?' Él sonríe. El encargado vuelve a pasar, echa un vistazo a las motos y continúa sin decir nada. Vuelvo a poner a Suzi en el caballete lateral y todos están contentos.
Para el viaje de vuelta también tengo una cama en una camarote de nueve personas. También extiendo mi saco de dormir en la cama C, sabiendo que probablemente no lo usaré esta noche. En la cubierta tomo algunas fotos de la salida.
Con dos cervezas, ya que es la Happy-Hour....toma dos, paga uno, me mezo en la tarde.