Publicado: 10.04.2023
¡Acampar siempre ha sido una aventura para mí!
Cuando era niño en el camping, era normal para mí que hubiera personas mayores, que ayudara en caso de emergencia, tal como siempre me ayudaron a mí. Incluso si no hablábamos el mismo idioma, siempre acababa con mis padres, siempre ayudaba a empujar cuando el remolque tenía que ser sacado del lugar de estacionamiento. Acampar era una aventura sin barreras lingüísticas, se trataba de gestos, de compartir un trago, o del sacacorchos que le hacía falta al vecino.
Hoy extraño esa forma de acampar, la solidaridad de los campistas. El remolque ha reemplazado tantas conversaciones, ha cambiado tantas nuevas amistades. Estoy un poco nostálgico, porque hace 15 años estas cosas eran aún normales.
Cuando quise ayudar a un campista holandés en Viena en 2005 a empujar su remolque, me despidió con el comentario de que ahora todo es eléctrico.
Pero, ¿dónde ha quedado el sentido de comunidad al llegar a un enorme camping anónimo, con mi lugar al lado de una conexión eléctrica con enchufe europeo que también proporciona agua (¡y si es necesario GAS!)?
Si el lugar me promete 100 metros cuadrados o más y el remolque limita el contacto con los vecinos a un “buenos días”?
Por favor, no me malinterpreten, a mí tampoco me gusta que el vecino con su caravana o autocaravana pueda mirar a mi cocina y área de descanso a 30 cm de distancia. (¡Los campistas de Bibione y Lido di Jesolo saben a qué me refiero!)
Sé apreciar que en otros países hay diferentes reglas de distancia por el gas, que también tienen sentido para niños pequeños y perros,
Pero acampar se ha convertido más en