Publicado: 17.03.2018
¡Saludos desde Christchurch! Qué ciudad tan emocionante e inspiradora. Pasamos aquí dos días completos, sin tener grandes planes previos. Simplemente salimos a caminar y nos dejamos llevar un poco. Aquí están nuestras impresiones.
15/03/2018: Llegamos al mediodía a Christchurch y primero nos ocupamos de los asuntos organizativos que afectan nuestros últimos días aquí en Nueva Zelanda. Reservamos y reprogramamos autobuses y albergues (hostels) y nos dimos cuenta de que solo tendremos una noche en cada lugar antes de Christchurch, además de que se avecinan muchos y largos viajes en autobús. Esto seguramente será agotador, pero todavía nos esperan dos grandes momentos en la Isla Norte, antes de regresar a casa desde Auckland el día 22, ¡así que estén atentos! 😊 Después de la parte organizativa, finalmente caminamos por la ciudad. Visitamos el jardín botánico, caminamos junto al río y por varios parques y hicimos paradas en pequeños cafés.
Christchurch es una ciudad muy impresionante pero, lamentablemente, también muy subestimada. Hasta 2011, era la segunda ciudad más grande de Nueva Zelanda, pero luego ocurrió el grave terremoto que costó la vida a 185 personas y alteró completamente la ciudad. Podría pensarse que siete años deberían ser suficientes para reconstruir la ciudad, pero en cambio, nos ofreció una imagen bastante triste. Hay grúas de construcción por todas partes, muchas calles están cerradas debido a las obras y no se han reconstruido aún todas las casas. Hoy en día, Christchurch es solo la tercera ciudad más grande, tras Auckland y Wellington, seguida por Queenstown, la cuarta más grande. Muchas personas se han mudado de Christchurch porque han perdido mucho o tienen miedo de las réplicas. ¿Por qué, entonces, nos fascinó tanto esta ciudad? Es probable que no se pueda justificar racionalmente, ya que depende en gran medida de la atmósfera que rodea a la ciudad y a sus habitantes: en todas las esquinas se puede ver arte urbano, por ejemplo, ruinas pintadas que reflejan la resistencia y esperanza de los neozelandeses. Doblas una esquina de una zona gris de construcción y de repente te encuentras en un encantador callejón con pequeños cafés. A donde mires, descubres arte de todo tipo y las personas con las que te encuentras son muy amables, casi como si estuvieran esforzándose por demostrar a todos lo hermoso que puede ser aquí. Esto nos impresionó mucho. En una gran pared de una casa había, por ejemplo, letras luminosas con las palabras: “Todo va a estar bien.” Todo esto suena muy cursi y exagerado, pero simplemente nos conmovió profundamente. Aquí tienen algunas fotos que, lamentablemente, solo pueden mostrar de manera limitada lo que sentimos allí: