Publicado: 04.11.2019
Despertamos en un mar relativamente tranquilo y anclamos puntualmente antes de las 9 en Kirkenes.
No hemos reservado la posible excursión en autobús a la frontera rusa y, en cambio, paseamos por el pequeño pueblo. El viento provoca un frío helado y nos lanza nieve en la cara.
Kirkenes se encuentra en el noroeste de Noruega, no lejos de la frontera rusa. El lugar, en el llamado frente del mar de hielo, fue muy disputado durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, un museo en un refugio aéreo ('Andersgrotta') recuerda ese tiempo.
La localidad, con sus coloridas casas de madera, se encuentra en un letargo invernal. Hay algunas tiendas, pero pocos visitantes. Nos admiramos de la forma de desplazarse de los habitantes en los trineos de pie.
Con buen tiempo, pero helado, regresamos a bordo. Kirkenes es el punto de inflexión de la ruta Hurtig y regresamos en dirección a Tromsø.
Por la tarde, recibimos a bordo el siguiente aviso de tormenta para la noche.
En la cena, esta vez estamos en el puerto de Båtsfjord y así podemos disfrutar del delicioso menú. Hay platos temáticos diarios con productos de la región, hoy noruego-ruso con tierno asado de reno de Finnmark.