Publicado: 28.08.2017
A medida que nos alejábamos más de Helsinki en el autobús "Flixbus" finlandés, la tensión aumentaba sobre lo que nos esperaba en el rural Lappeenranta. Apenas salimos de la ciudad, solo vimos bosques y rocas. De vez en cuando, una enorme tienda de compras, y luego mucho tiempo sin nada de civilización.
Después de tres horas de viaje, llegamos a la estación de autobuses de Lappeenranta. ¡Última parada! Afortunadamente, antes de llegar, habíamos contactado con nuestro tutor asignado, Luis. Él nos recogió allí en su coche. Un pequeño dato al margen: tiene una matrícula de WüRzburg, lo que despierta sentimientos de nostalgia. Después de un breve saludo durante el trayecto, era hora de instalarse en nuestro apartamento. ¡SHOCK!
Nos devolvieron completamente a la realidad.
Nuestras expectativas, que teníamos basadas en los contratos de alquiler proporcionados, no se cumplieron en absoluto:
2er-WG, cada uno 13,5 m² de habitación, tamaño total del apartamento 49 m².
La realidad era la siguiente:
4er-WG con dos dormitorios, así que Flo y yo en UNA habitación de 13,5 m². Un escritorio, con una silla. Sin sábanas. Cada uno de los cuatro residentes tenía una cuchara, un tenedor y un cuchillo. No había platos grandes para todos. Dos sartenes y una olla, que no parecía precisamente una olla. Una ducha y un baño que se asemejaban a una prisión y estaban en un nivel inferior incluso allí. Al menos el refrigerador era nuevo y el horno también funcionaba.
La sauna prometida no estaba abierta en verano (teníamos 16 grados y estaba lluvioso) y si acaso solo dos noches a la semana. La residencia estaba completamente vacía, ya que llegamos relativamente pronto. Internet era mediocre. La conexión aparentemente disfrutaba de botarnos de la red regularmente después de unos minutos.
Nuestro tutor Luis vive justo enfrente. Está haciendo su Double Degree aquí y por eso está dos semestres en Lappeenranta. Él había estado aquí desde marzo y por lo tanto estaba completamente equipado. Lo curioso de la historia es que estudiamos en la misma universidad. Amablemente nos llevó la primera noche directamente a Lidl, que es difícil de alcanzar sin coche. Los precios eran como es habitual, en parte astronómicamente altos, así que nuestra primera comida consistió en pizza y una sartén de arroz del día anterior. Una imagen triste...
Afortunadamente, hubo una pequeña ronda de bebidas con los estudiantes que ya habían llegado o estaban presentes. Creemos que el alcohol era el mejor remedio tras este inicio.
El final de la historia:
Una noche de bar ligeramente descontrolada, que terminó a las 3 de la mañana y nos dejó con una resaca considerable al día siguiente. Perfecto para nuestro entorno.
Pero se vislumbraba una salida...