Publicado: 15.05.2019
El aparcamiento cerca de La Palma del Condado, a la sombra de eucaliptos, se convirtió en nuestro hogar durante los próximos tres días. Aprovechamos la ubicación junto al lago y fuimos al agua al menos tres veces al día. Con temperaturas de 36°C, era necesario. Al dar una vuelta alrededor del lago, tuvimos que darnos cuenta de que era más grande de lo que pensábamos. Por eso, añadimos algunas sesiones de natación, que resultaron ser un agradable refresco. Además, organizamos noches de barbacoa internacionales con nuestros vecinos franceses, ingleses y suecos.
Después de haber disfrutado de la naturaleza durante suficiente tiempo, nos dirigimos a la ciudad del oeste, El Rocío. En lugar de aparcamientos para bicicletas, había construcciones de madera para atar caballos. Además, no había caminos asfaltados, sino grandes extensiones de arena en las que había que tener cuidado de no quedarse atascado. En nuestro camino a través de la ciudad, vimos un enorme olivo del que nos dijeron que tenía alrededor de 1000 años. ¡Es difícil de imaginar que ya estuviera ahí en la Edad Media!
Al caminar por un paseo, vimos en el parque natural muchos caballos con sus potros. Sin embargo, detrás de ellos, el bosque estaba humeando. No pensamos mucho en ello y nos pusimos en camino hacia el mar. Cuando el humo se volvió más denso y tuvimos que apagar el aire acondicionado, la policía se interpuso en nuestro camino y nos ordenó dar la vuelta. El paisaje nos mostró que los incendios forestales aquí no debían ser algo raro. No es de extrañar con el calor y la sequedad. La carretera alternativa a la playa estaba llena de baches y con sus 10 km se volvía una prueba para Pumpkin. Sin embargo, al llegar al lugar, nos dimos cuenta de que había valido la pena. Aseguramos un lugar cómodo y apartado bajo los pinos. Un bonito sendero nos llevaba a la playa. Allí permanecimos todo el día, aprovechando las olas para surfear y hacer bodyboard.
Ahora nos dirigimos al bosque cerca de Almonte para el Festival de Transición 2019.