Publicado: 04.12.2020
Las circunstancias, especialmente crisis y agitación a nivel global, habían hecho que en el año en cuestión no solo planes de viaje largamente sostenidos y fijados con certeza, sino también planes de vida en múltiples formas se vieran completamente alterados. Como una especie de prueba para ver cómo se llevaría a cabo el viaje en tiempos de crisis, y por otra parte, también con el fin de probar debidamente mi nueva cámara réflex Canon Eos 80d, decidí al comienzo de este verano emprender un pequeño viaje fotográfico en tren por los valles del Meno y Tauber, con desvíos hacia el este de Odenwald, enfrentando con cierto desdén a la crisis.
Los ríos, en particular, siempre han ejercido una gran fascinación y atractivo sobre mí. Ríos con bellas ciudades y lugares dignos de ver, que pueden estar alineados como perlas en un collar a lo largo de los respectivos cauces. Ríos, símbolo de la vida en general, desde la fuente hasta la desembocadura, con todas sus vueltas y revueltas, sus enriquecedores afluentes, los paisajes que se despliegan, sus estrechos en ocasiones y los remolinos que conllevan. . . Ríos en general. Ríos como el cauce del Meno y el de Tauber.
Se tardan aproximadamente 6 horas y 45 minutos desde la estación central de Viena, primero en el ICE y luego, a partir de Wurzburgo, en un Regio de DB hasta Aschaffenburg, donde se presenta como primer atractivo sobre el Meno la majestuosa Schloss Johannisburg. Con vistas dignas de ver de la ciudad de Aschaffenburg pretendo adornar mi primer arco ulterior. Con vistas dignas de una ciudad que generalmente no suele ser un destino de alto prestigio. . . – Sin embargo, el viajero inspirado descubrirá, de acuerdo con su esencia interior, algo digno de ser visto en todas partes, contemplar y maravillarse. Al igual que el río en cada paisaje que atraviesa, imprime su propia esencia inherente y distintiva.