Publicado: 01.06.2019
Vamos con calma y salimos a las ocho. Por eso, nos hemos levantado a las siete. Primero tratamos de echar un vistazo al mar. Como el viento viene muy fuerte del norte, no vamos demasiado lejos. Pero vemos las salinas de color rosa. En el canal de entrada vemos cómo la sal se acumula y cristaliza en el borde. Brillan como joyas a la luz.
Luego comenzamos la primera parte del viaje de regreso a Arles. Como no hay autobús ni tren que salga por la mañana, volvemos en bicicleta unos 40 km. Disfrutamos el cruce del río en el ferry con unos pocos coches bajo el sol de la mañana. Después comienza la lucha contra el mistral. Sopla muy fuerte y, por suerte, Urs tiene una bicicleta eléctrica que contrarresta el viento y me facilita un poco el trabajo. Nos ponemos de acuerdo en ir a 15 km/h, y así podemos avanzar en silencio uno detrás del otro.
Después de una hora, hacemos una pausa en una de las pocas oportunidades. Hay una parada de autobús que nos ofrece algo de protección para preparar un café. Un barrita de muesli y un plátano, y luego seguimos.
Una hora más tarde (en silencio) entramos en un pequeño pueblo con la esperanza de encontrar un café. Encontramos un bar y justo al lado hay una pequeña tienda. Los dos establecimientos están conectados por un pequeño pasillo, y así veo a la vendedora, aunque ya se ha despedido amigablemente, de nuevo al otro lado. Compramos una baguette y un pain au chocolat. Lo que nos llama la atención son los