Publicado: 15.06.2023
Jueves, 15.06.2023
Nuestro último día ha llegado... Está lloviendo suavemente, lo que hace que la despedida no sea tan difícil al principio. Después del desayuno, montamos en bicicleta hacia Amaliada, que es la próxima ciudad más grande con un banco que tiene cajeros automáticos y se encuentra a unos 6 km de distancia. Esta vibrante pequeña ciudad griega es el centro económico de la región. Con muchas tiendas que proveen a los residentes de todo tipo de cosas, la ciudad está muy concurrida. Nos sentamos un rato en una cafetería y observamos el bullicio colorido y ruidoso. En las cafeterías, por cierto, la mayoría son hombres. Estamos sentados en una de las calles principales, donde los coches, motocicletas y scooters circulan a su aire, y se toca la bocina cada vez que alguien se detiene y aparentemente obstruye el paso. En general, se toca mucho la bocina... Cuando estamos en bicicleta y se acerca un coche desde atrás, nos pitan suavemente justo antes de adelantarnos... Un viejo Opel Kadett C (probablemente de hace unos 50 años) pasa varias veces junto a la cafetería y cada vez le toca la bocina a alguien que parece conocer, la última vez va conduciendo con una mano y con la otra sostiene una serpiente justo detrás de la cabeza, que le muestra al conocido que aparentemente está sentado detrás de nosotros en la cafetería, mientras pasa junto a la ventana abierta... Estamos muy sorprendidos... La ciudad sin duda tiene mucho encanto griego...
De vuelta, comenzamos con las primeras tareas de limpieza. La sombrilla se limpia y se guarda, la tabla de paddle se purifica y se empaqueta, y las bicicletas también se guardan. Todas las alfombrillas son sacadas y sacudidas, y la arena se barre. Por la tarde, volvemos a la playa y doy un último paseo por la playa...
Hambrientos, vamos una vez más al puestito de comida en el puerto por la noche, el jefe ya nos saluda desde lejos y cuando estamos frente a él (él no habla inglés y nosotros no hablamos griego) nos pregunta con gestos si queremos otra vez seis souvlakis y una vez patatas (papas fritas) como ayer. Nos impresiona mucho que aún lo recuerde y afirmamos que sí. Nuevamente, sabe increíblemente bien. Le aseguramos que son los mejores souvlakis de todos los tiempos (que, por cierto, son asados por una mujer, ¡él solo hace las papas fritas!) y él se alegra mucho.
Después, hay un último ouzo y una última cerveza en la playa, hoy lamentablemente sin una puesta de sol real, ya que está bastante nublado. Observamos en la playa, como el día anterior, a hombres que al inicio del crepúsculo colocan una pequeña tabla de poliestireno con una especie de vela en el agua, la dejan flotar un poco y luego la sacan. No logramos entenderlo del todo y le pregunto a un anciano que se sienta en el bar todas las noches y siempre nos saluda amablemente (como resulta, también habla un poco de alemán) si sabe de qué se trata. Y, por supuesto, ¡él lo sabe! En la tabla cuelga una red por debajo y así atrapan peces de todo tipo, pero eso en realidad está prohibido... Nos quedamos un rato más sentados en la playa observando a los pescadores ilegales, hasta que comenzamos a sentir frío...