Publicado: 18.03.2023
El sol brilla intensamente en mi cara a las 8 de la mañana y me despierta. La mañana comienza como muchas otras veces con avena y unos pancakes que sobran de ayer. Después, emprendemos el camino cargados con abundante comida hacia el Refugio Alerces, que está a 6,5 km de altura. Allí cocino ratatouille para el almuerzo para Lars, Jan, Pati y para mí. Tras una extensa charla con los huéspedes en la plataforma de baño frente al refugio y cientos de consejos de viaje que es difícil recordar, consigo escapar por poco de una quemadura solar. En la tarde, Pati y yo vamos al refugio más alto, Quetrus. Allí, cerca, faltan alambres de gallinero en el puente, que colocamos con trozos de metal en lugar de martillos y clavos oxidados. Improvisación como de costumbre. Luego ‘cosechamos’ bambú muerto como leña para encender fuego. Después de una sesión de fotos con la pintoresca luz de la tarde iluminando las cumbres de las montañas, me ducho con una olla y agua caliente de la estufa de leña. Para la cena, hay varias legumbres de lata con puré de papa. No es un placer culinario excepcional, pero sacia. Sentados junto a la estufa, Pati habla sobre la dictadura chilena y los comunistas.