Publicado: 03.04.2023
Hasta las diez duermo a pierna suelta, lo cual no sucedía desde hace tiempo.
Después exploro la zona y trato de escalar algunas rocas que son perfectas para el boulder. Sin embargo, hacerlo descalzo no es lo mejor. Luego camino hasta el Lago Capri y el Mirador Fitzroy que se encuentra al lado, desde donde se puede admirar el Monte Fitzroy, el ícono de la Patagonia argentina. El sendero está bien concurrido, especialmente por franceses. Dos argentinos me preguntan por el camino hacia la Laguna Madre e Hija. Ya lo había visto en el mapa. De manera muy sudamericana (aquí todos tienen algo que decir, ya sea que corresponda a la realidad o no) les cuento cómo deben ir, para darme cuenta después que los envié en una dirección totalmente equivocada.
Después de una sabrosa cerveza artesanal de regreso en el pueblo, busco desesperadamente una manera de cambiar mis últimos pesos chilenos a argentinos, para poder pagar el hostal (el buen hombre, por supuesto, quiere ahorrar impuestos). Con un buen fajo de billetes, regreso exitosamente al hostal (el billete más valioso son 1000 pesos, aproximadamente 5 euros).
Al atardecer, voy al Mirador Cóndor, una gran roca cerca del pueblo. De hecho, un cóndor pasa a unos 10 metros, demasiado rápido para la cámara.
Para cenar, compro empanadas vegetarianas, que son mucho mejores que las chilenas.