Publicado: 04.03.2023
La sensación de gripe parece haber desaparecido por completo. Después de un poco de avena para el desayuno, me dirijo al Refugio Alerces. El sendero serpentea a lo largo del arroyo de montaña, pasando por helechos y árboles cubiertos de musgo, recordando a la película Avatar. En el camino me encuentro con Juliette y Lars, también voluntarios de Alemania. Su turno en el Refugio Alerces ha terminado.
Después de aproximadamente 2,5 horas, llego al Refugio Alerces. La vista del lago frente al refugio es espectacular. Desde el agua verde-azulada sobresalen los troncos de los Alerces muertos (una especie de alerce) a más de 10 m de altura. Todo está enmarcado por un fantástico panorama montañoso. El Refugio Alerces también cuenta con una estufa de leña y 6 camas que pueden alojar a un máximo de 5 personas. Las dos camas superiores están reservadas para los guardaparques o voluntarios. Poco después de mi llegada, los huéspedes de la noche comienzan a llegar. La charla informal que puedo ofrecer aún es muy pequeña y torpe. Pero al menos. Va mejorando.
Mientras miro en la cocina en busca de algo comestible, escucho un aleteo agudo. Al principio lo confundo con un gran insecto, pero luego veo que un colibrí se ha perdido en el refugio y vuela frenéticamente contra la ventana. Rápidamente me pongo los guantes. Capturo al ave que aletea salvajemente y la dejo en libertad. Vuela de inmediato sobre el lago.
En la cocina encuentro pan casero sobrante y queso de la ronda anterior. Por la tarde llega Mati. Hay un