Publicado: 18.03.2023
En el desayuno me lleno de pancitos con queso y mermelada mientras escucho las superficiales charlas de los turistas. Una familia medio alemana medio francesa (con dos pequeños y ruidosos demonios) y un dúo madre-hija alemán intercambian palabras.
No importa a dónde viajes, una cosa es segura: siempre hay unos cuantos alemanes por ahí. Compro un billete de autobús a Castro, la capital de la isla Chiloé y a unas cuatro horas de distancia. Durante mis 90 minutos de espera hasta la salida, doy un paseo por Puerto Varas. En el camino, me compro un auténtico espresso (¡nada de asqueroso café instantáneo de Nestlé!) y un vaso de frutas. Otro vestigio de los inmigrantes alemanes es el pastel, que se vende bajo una denominación alemana y goza de gran popularidad. Con razón, como descubro tras disfrutar de un pastel de queso y crumble. En la estación de autobuses, me encuentro con un uruguayo que también viaja solo y que se dirige a Castro. El viaje en autobús no se parece en nada a los anteriores que he hecho en Chile. Asientos reclinables a 120 grados hacia atrás, espacio para los pies, cortinas, doble piso, aseo.
Después de aproximadamente cuatro horas, incluyendo el cruce en ferry a la isla, llego a Castro. Junto a Santiago (el uruguayo), visitamos el supuesto atractivo turístico de Castro: una iglesia que está completamente hecha de madera y sin clavos, como me aseguró Marco. Por fuera, la iglesia está pintada en una combinación de colores llamativos, amarillo y morado. Me gusta. Tiene más estilo que los bloques de cemento desnudo que parecen gimnasios o las antiguas fachadas de arenisca que uno conoce de Alemania. Por dentro, todo está revestido de madera barnizada. Se ven muchos clavos. ¡Una mentira! Luego buscamos la casa de Marco Sur (así se llama mi contacto en Castro). Los ojos de Marco Sur brillan mientras cuenta todo sobre Chiloé a toda velocidad y con notable energía. Me cuesta seguirle el ritmo. Ha tenido una carrera en la industria de las telecomunicaciones y ahora se dedica a ofrecer tours por la isla con su Toyota 4x4 y su casa de airbnb en su hogar elegido Chiloé. Santiago considera que la estancia con Marco es un poco cara, así que busca un alojamiento diferente.
El paisaje en Chiloé es ondulado, con mucho pastizal, ovejas, vacas y un clima variable. El Irlanda de Sudamérica, pero con una buena dosis de selva.
Por la noche, me doy un capricho con un filete de atún en el restaurante del puerto. Salir a comer tiene su encanto.