Publicado: 11.01.2018
Para facilitarnos la vida y evitar contar la misma historia 10,000 veces (¡Lo siento, no es personal!) y quizás darle a otros viajeros un vistazo a la vida de dos hipsters varados de la capital, hemos decidido, tras una cuidadosa reflexión, comenzar este blog.
En pocas palabras, después de salir de Hamburgo y un total de 8 horas de vuelo con escala en Estambul, llegamos sanos y salvos a Bishkek, la capital de Kirguistán.
Como sabemos lo relajadas que están nuestras familias cuando nos encontramos de nuevo en algún país inusual, donde todos primero tienen que buscar en el mapa para saber dónde está, somos, por supuesto, extremadamente cautelosos.
Por eso elegimos al taxista más amable y confiable en el aeropuerto. En su viejo coche destartalado, viajamos junto a dos simpáticos rusos mayores al centro de la ciudad. Aquí no se prestan mucha atención a las marcas en la carretera y, por razones de seguridad, prefieren conducir algo en el medio. Se entiende.
Al llegar al hostel, nos encontramos primero con una puerta barricada. A las 5:30 de la mañana, en un frío helado. - ¡Genial!
Pero después de unos minutos, un hombre mayor apareció y golpeó la persiana, que se empezó a mover después de un breve momento de espera. Una empleada del hostel, todavía somnolienta, nos brindó toda la información necesaria y pasamos las siguientes horas hasta el desayuno planificando el día y, como no podría ser de otra manera, enviando nuestras primeras impresiones y, por supuesto, los mensajes reconfortantes a nuestros padres. (Por eso el blog 😉)