Publicado: 15.01.2019
Bien descansados, nos dirigimos a la rampa de embarque la mañana siguiente. La pareja alemana (Giovanni y Moni), que conocimos la noche anterior en el restaurante, ya estaba esperando. Juntos subimos al bote hacia Kuala Trenggan. Casi una hora después, el taxi acuático nos dejó en el punto de partida. Ahora nos separaban 13 km de senderos de Kuala Tahan.
La señalización en el punto de partida era prometedora, así que nos adentramos en la selva relativamente despreocupados. Para mayor seguridad, Giovanni llevaba un teléfono móvil con los datos GPS necesarios. Todo parecía estar en orden.
Apenas unos cientos de metros después, nos encontramos con las primeras dificultades: en una bifurcación de caminos, el sendero deseado no estaba señalizado. Aquí, el GPS ya resultó de gran utilidad.
Poco después, nos topamos con otro obstáculo. El GPS marcaba un cruce de ríos. El problema: el antiguo puente había colapsado hace mucho tiempo. Afortunadamente, había un tronco cruzado sobre el río. Sin embargo, este no cubría todo el recorrido. No nos quedó más remedio que vadear parte del agua. Giovanni pasó adelante con valentía, resbaló y cayó hasta la cintura en el agua. Desafortunadamente, había olvidado sacar el teléfono de su bolsillo. La mochila también estaba empapada. Gracias a la ayuda de Giovanni, pudimos superar el lugar más bajo sin problemas. Al llegar a la otra orilla, no solo teníamos los zapatos mojados, sino que también estábamos cubiertos de sanguijuelas. Tras una "acción de limpieza", el marcha continuó. Lamentablemente, a partir de ahora tuvimos que prescindir del GPS, ya que el teléfono inteligente no sobrevivió al baño de agua. Por supuesto, tampoco pudimos recurrir a Google Maps, ya que ninguno de los senderos estaba registrado. Además, no había recepción. La caminata inicial se convirtió en una aventura.
Con confianza, nos pusimos en marcha sin GPS. Mientras el río estuviera a la vista o al alcance del oído, pensábamos que no podríamos perdernos. Por supuesto, eso no fue así. En varias ocasiones, nos desviamos del camino y tuvimos que confiar en nuestros instintos. Afortunadamente, siempre encontramos el camino correcto después de un tiempo. Debido a las empinadas subidas y bajadas, avanzábamos muy lentamente.
El clima húmedo y caluroso también complicaba las cosas. Cada vez que subíamos, sudábamos litros. Además, la mayoría de las plantas nos causaban cortes y rasguños. Si no tenías cuidado, otras sanguijuelas te mordían. La mordedura de las sanguijuelas es indolora, pero interrumpe la coagulación de la sangre. Por eso, la ropa, especialmente los calcetines, estaban cubiertos de manchas de sangre. Resultábamos bastante maltrechos después de nuestro trekking.
De regreso a la civilización, nos dimos un capricho con jugos de fruta fríos (casi no hay cerveza en el pueblo), una gran botella de agua y un plato de fideos. Realmente estábamos contentos de haber alcanzado nuestro objetivo después de casi seis horas.
Este trekking fue físicamente agotador. A pesar de todo, la aventura nos quedará en buen recuerdo. Especialmente la hermosa naturaleza nos fascinó mucho.
Mańana tomaremos las cosas con un poco más de calma.