Publicado: 14.07.2019
¡Qué hotel tan bonito! Una pequeña piscina, saunas con zona de descanso separada y cama de agua, jacuzzi, un baño de burbujas para los pies...
Después de un desayuno muy delicioso, caminamos un trecho hacia arriba por el valle, pasando por un (ni grande ni bonito) campo de golf y hacia los prados alpinos. Muchos arroyos y cascadas más pequeños y grandes, el clangor de las campanas de las vacas, ¡pura idiosincrasia!
Frente a la pequeña capilla, cuyo camino nos recomendó el conserje del hotel, hay una cabaña donde podemos disfrutar de una bebida, protegidos del viento por la casa, del sol y de la vista de las cumbres montañosas, los prados alpinos y también de los teleféricos y remontes de esquí.
Entre los prados alpinos caminamos de regreso en serpentinas hasta el pueblo, donde se ha reunido una parada de coches clásicos. Paseamos y admiramos los vehículos relucientemente limpios, nos sentamos en la terraza de un pequeño café y disfrutamos del ambiente.
De vuelta en el hotel intentamos trazar un plan aproximado para el camino de regreso. Aún tenemos cuatro días disponibles y en las montañas, a veces los caminos son desvíos 😉
Luego nos dirigimos al área de bienestar, chapoteamos, nadamos, relajamos.