Publicado: 24.11.2019
Todos están enérgicamente buscando regalos de Navidad, corren por los pasillos en busca del mejor precio, suena música pop por los altavoces y el aire huele a cansado. ¡Bienvenido al centro comercial!
Y solo horas después: Un grupo de damas mayores espera junto a un viejo edificio para que las dejen entrar. En el comedor, se lanzan sobre el pan casero y la selección de galletas navideñas. Luego, con gran gracia, toman un plato, lo llenan con unas pocas galletas, solo una selección muy especial. Silenciosas y elegantes, caminan hacia una mesa de café cubierta en una antigua habitación. Allí degustan las pocas galletas y beben café y té juntos. La habitación en la que están sentadas aún está decorada como en el siglo XIX; la luz proviene principalmente de las velas en la mesa y detrás de una mesa se vislumbran los contornos de una puerta secreta.
Y todo esto me sucedió el sábado. Por la mañana tomé el autobús a Føre, para hacer algunas compras de Navidad y de invierno, y por supuesto para conseguir cosas que no hay en Dale. Los noruegos ya se han dejado llevar completamente por el espíritu navideño. Frente al centro comercial ya se ofrecían los primeros abetos a la venta y en todas las tiendas se podían encontrar decoraciones navideñas, suéteres navideños: todo parecía como si quisieran imitar a los estadounidenses.
Al mediodía recibí un mensaje preguntándome si quería acompañar a Lillingstonheimen (sobre lo cual ya he escrito una entrada antes), ya que allí se celebraba el