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Russel - Pueblecito vacacional con mucho encanto

Publicado: 07.03.2018

28 de febrero al 3 de marzo: Con gran pesar dejamos la idílica casa flotante y nos dirigimos al pueblo de Russel, ubicado a 40 km. Para no hacer un desvío demasiado grande alrededor de los fiordos, tomamos el ferry. A mamá le encanta - lamentablemente, el viaje en ferry dura apenas diez minutos :-( En Russel, nos recibe el sol y un pueblo con pequeños restaurantes, tiendas de souvenirs, un acogedor paseo marítimo y muchas casas victorianas antiguas que albergan museos, hoteles o restaurantes. En comparación con el aburrido y más bien desierto Kerikeri, aquí nos gusta mucho y paseamos por el paseo. Como llegamos aquí muy tarde para buscar alojamiento y, además, no tenemos un presupuesto ilimitado, nos quedamos en una cabaña de 15 m² en el Top 10 Caravan Park local. Sin baño, por supuesto. Y aún así, el precio es elevado. A los adultos no nos entusiasma mucho, pero a los niños les encanta el campamento. Camas literas, parque infantil y otros niños les sientan muy bien. Aquí en Russel conocemos a muchos alemanes que también viajan con niños. Nuestros hijos tienen grandes dificultades para socializar con niños que no hablan alemán; de hecho, en dúo o trío se bastan ellos solos. Cuando encontramos a otros alemanes, nuestra hija de siete años le habla a estas personas como si estuviera contándoles un cuento. Se nota cuánto tiene que compartir y lo mucho que quiere expresar. Un día, visitamos la playa y hacemos castillos de arena. Allí también se detiene una cafetería móvil, que se presenta muy acogedora. Como no llevamos efectivo - típico en nosotros - anhelo un café. Me informan que aquí no se puede pagar con tarjeta de crédito. No obstante, el barista sorprendentemente me sirve un delicioso café flat-white. Con una sonrisa, me dice que podría pagar más tarde ese día o al día siguiente. Esto es lo que amo de los neozelandeses. Su tranquilidad e informalidad. Por supuesto, al día siguiente pago la deuda.


Por la noche vamos a cenar en Russel, con vista a la puesta del sol. Nuestra hija necesita refrescarse y nada hacia la plataforma de natación 'como una grande'. Mamá prefiere quedarse en la playa y construir algo de piedras otra vez. Justo en el agua, todos están felices. De repente, hay un corte de electricidad y toda la ciudad está a oscuras. Menos mal que nuestra hija ya está en la orilla y hemos cenado. No hay ni una sola lucecita encendida. Y luego aparece el siguiente problema: no se puede pagar con tarjeta de crédito. Los cajeros automáticos tampoco funcionan. Pero incluso eso no es un problema para los relajados kiwis. Prometemos pagar al día siguiente y regresamos al campamento. Al día siguiente, tenemos kayak en el programa. Mamá, nuestra hija y Bo recorren una buena distancia en la bahía. Yo salgo a pasear con Le, me doy un capricho con un café para llevar y pago nuestras deudas. Mientras tanto, el bebé Le duerme plácidamente en su cochecito. ¿Qué más puede desear una mujer...?

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