Publicado: 17.01.2023
Como ya habíamos estado un día antes en Santa Marta, en realidad ya habíamos explorado todo lo que había que ver. La meta esta mañana era el Jardín Botánico. Fue un proceso complicado llegar al destino. Subimos al taxi: dijimos a dónde queríamos ir y también lo mostramos en Maps. El taxista solo hablaba español y el destino, al parecer, era un poco desconocido para él 😅. Primero comenzó a conducir, revisaba su teléfono constantemente y estaba hablando con alguien. Mientras tanto, ya había tenido el teléfono de Farina y el mío en sus manos. En algún momento dejamos la carretera principal asfaltada, y tras un corto tiempo nos encontramos frente a una gran puerta de hierro roja. Nos miró como si quisiera decir: ¿de verdad quieren salir aquí? No, en realidad no. Google parece haber señalado la entrada incorrecta en el mapa. Después de haber dado un gran rodeo, finalmente llegamos a la entrada correcta. ¡Aleluya! Es una pena no dominar el idioma.
En el terreno se encontraba la hacienda donde Simón Bolívar vivió y murió al final de su vida. Liberó a América del Sur de los colonizadores españoles. En toda Colombia es muy venerado.
El jardín botánico dejó mucho que desear. Me fascinaron los enormes árboles, donde iguanas trepaban y a menudo se dejaban caer en un estanque.
Después de la visita, fuimos a un hermoso café y disfrutamos de un delicioso almuerzo.
Nuevamente al mar, bajo una hermosa luz roja cálida en el cielo, en las piedras, disfrutamos de nuestra última noche en Santa Marta.