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Las tormentas de arena son un desastre...

Publicado: 31.03.2017

Después de una corta y agitada noche, gracias al cambio de hora, siguió un típico desayuno americano de panqueques con jarabe de arce y café fresco, en medio de aquellos que se encontraban todavía o ya de nuevo sentados en las máquinas tragamonedas, dejando su suerte al azar o al crupier en la mesa de blackjack o póker.

El concesionario de Harley también fue fácil de encontrar y después de una breve introducción y asegurar bien las alforjas, ya estábamos listos para partir. Si tan solo hubiera sido tan simple: La Harley Street Glide, completamente cargada, pesaba seguramente el doble que mi Aprilia Shiver. Sin mencionar el centro de gravedad más alto, de modo que en los primeros paradas en los semáforos siempre había un leve temor de volcarse. Afortunadamente, la inseguridad inicial se disipó después de un tiempo, pero surgieron otros problemas: viento y arena. Cualquiera de los dos por separado ya hacía que un viaje en moto fuera incómodo. Sin embargo, al combinar ambos, el resultado era una tormenta de arena interminable con visibilidad a veces cercana a cero. A 3 metros frente a mí solo se podían ver las luces traseras del vehículo de Torsten; íbamos a paso de tortuga. En medio del Death Valley, luego vino la siguiente desilusión: ¡Cierre de carretera! Según la policía local, el paso o la continuación del viaje era demasiado peligroso tanto para vehículos como para motocicletas. No es de extrañar, cuando el viento podía mover las motos un metro hacia la izquierda o hacia la derecha en la carretera y la fina arena, que constantemente pasaba sobre nosotros, causaba una carga estática en las máquinas, de modo que cada vez que se apretaba el embrague o el freno, recibíamos una fuerte descarga eléctrica. Una experiencia muy desagradable y completamente innecesaria. ¡Pero definitivamente no haría algo así una segunda vez en la vida!

Por fortuna, antes de la carretera cerrada, una furgoneta, junto a la cual estacionamos durante dos horas, ofrecía suficiente espacio y protección contra las adversidades externas. La mentalidad servicial de los americanos me impresionó una vez más: Sin necesidad de preguntar mucho, el conductor nos ofreció suficientes botellas de agua para evitar la deshidratación y limpiar al menos superficialmente nuestras viseras llenas de arena.

La continuación del viaje no fue menos incómoda: Vientos constantes de costado con velocidades de 80-90 km/h resultaban agotadores. La concentración disminuía, el viento también enfriaba el cuerpo y los últimos 50 kilómetros se alargaban como una goma elástica.

Conclusión de la primera etapa: ¡Qué viaje infernal...! El paisaje dentro y alrededor del Death Valley es realmente impresionante. Pero el nombre 'Death' definitivamente refleja la realidad.









Respuesta (1)

Gaby
Tolle Bilder und ein aufregend beschriebener Blog