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Etiqueta 76 - hueco

Foilsithe: 21.07.2019

15.07.19

Levantarse. Desayuno. Planificar el día. Vamos.

La primera gasolinera a la que llegamos ya no tiene gasolina. Así que no nos queda más remedio que buscar encontrar una en el camino hacia nuestro primer destino. Una vez resuelto el problema de la gasolina, seguimos la costa y luego subimos por serpentinas, lo que nos ofrece una vista increíble.

Antes de darnos cuenta, ya estamos (sin querer, en realidad solo queríamos tomar un café) frente a la entrada de nuestra primera parada: una cueva que funciona como un lugar de culto budista. Nos visten de manera adecuada por una cuota de 66 centavos, y arriba, después de haber subido algunas escaleras, un bonzo (sacerdote budista) nos bendice con agua.

A través de un agujero de un metro de diámetro, uno 'resbala' a una especie de vestíbulo de entrada, donde el techo solo mide unos 1,50 metros de alto. Sin embargo, después de unos pocos metros, se entra en una auténtica sala. La cueva es como un tipo de nave de piedra que ha sido excavada por cientos de metros en la montaña. Caminamos a través del túnel y al final llegamos a un templo donde se están llevando a cabo ceremonias de oración.





A través de la salida trasera dejamos la cueva y caminamos un corto trecho hasta que nos detenemos en un warung para tomar un pequeño refrigerio.





Seguimos avanzando hasta llegar a nuestro segundo destino, una formación de acantilados. Aparcamos nuestra moto, pagamos el euro obligatorio como 'donación' y emprendemos la caminata. Hay significativamente menos gente que ayer en el otro mirador y la vista también es mucho mejor, un verdadero beneficio.

Por cierto: Ninguno de los acantilados y pendientes está de ninguna manera cerrado o asegurado. Si uno quiere, puede llegar directamente al borde rocoso y resbaladizo y mirar 30-50 metros hacia abajo.





Después de una buena hora, nuestros ojos están tan satisfechos que decidimos emprender el camino de regreso. Esta vez descendemos las serpentinas; frente a nosotros el mar, que es teñido de oro por el sol bajo. Nos ponemos música en los oídos y disfrutamos del paseo por la costa de vuelta a casa.

El resto de la noche transcurre según el patrón ya conocido: observar la puesta de sol, recoger comida y luego caer agotados en la cama.

- Alex

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