Foilsithe: 13.02.2018
Después de pensar en el aeropuerto que sería la última vez que tendríamos frío, no habíamos visto el vuelo de Madrid a Medellín en la pantalla. Nunca habíamos experimentado un clima como el del vuelo, similar a un viaje en automóvil en invierno sin ventanas. O casi. Al menos así se sintió.
En Medellín, en lugar de tener que esperar para recoger las maletas, pudimos empezar a disfrutar de nuestro alojamiento en el apartamento. Nuestro conductor, Juan, habla buen inglés y vendió la "su ciudad" como ningún otro. No de una manera insistente, sino simplemente increíblemente abierto, amigable y acogedor. Entonces, de nuevo, volveremos a encontrarnos con Juan.
Nuestra estancia es un pequeño y acogedor loft. Una obra maestra arquitectónica con un WC, un lavabo y una ducha en 2 m2 de espacio. Solo por la mañana nos damos cuenta de lo grande que es nuestro hogar en comparación. Estamos en "el Poblado", específicamente en el Parque Lleras, es un barrio seguro con muchos bares, cafeterías y restaurantes. Todos son únicos y están decorados con mucho cariño, y se escucha música de todos los altavoces. Es más turístico, en cambio. La gente hasta ahora ha sido invariablemente simpática y servicial, también pacientes cuando nuestro español es un poco torpe, porque con el inglés, no se llega muy lejos fuera del hotel.
Nuestro primer destino esa mañana de lunes es la estación de Metrocabel, donde hay un pequeño (y al final largo) viaje en góndola sobre el vecindario de Comuna 13, que nos lleva a la parte superior de la ciudad. Por aproximadamente Fr. 1.70, así que sobrevolamos esta ciudad única y el impresionante barrio. Donde antes la policía y los carteles se batían en un tiroteo diario, ahora podemos apenas imaginar la violencia que existía. Es evidente cuánta pobreza hay en aquellas casas de ladrillo con techos de chapa, sin embargo, se siente cuánto está cambiando. Incontables techos de chapa están sprayados con flores o animales, por todas partes se ven espectaculares grafitis, que permiten olvidar un poco el "grito" del barrio. Las risas de los niños y el ruido de los juegos suenan desde todas partes de las escuelas que han sido construidas aquí. Es notable la extensa red de transporte público, parece que los buses van a cada esquina y nunca hay que esperar mucho. Y aun así, hay algo que pesa en el ambiente, tal vez sea simplemente el respeto por el tamaño de la ciudad, o quizás esa inquietante sensación de lo que la violencia allí ha reinado, o quizás aún reina... en cualquier caso, tenemos una mejor sensación en la góndola que si estuviéramos en el suelo. No hemos visto la única escalera mecánica de la Comuna 13, construida sobre todo para la gente mayor en estas colinas... tal vez aún tengamos ocasión para ello, pero por ahora, vamos a disfrutar un poco de la primera impresión.