Foilsithe: 06.06.2019
04.06.2019
Una vez más nos despertamos a las 06:30, ya que se supone que un TukTuk nos recogerá alrededor de las 07:00. Sorprendentemente, el conductor llega 45 minutos tarde, algo que aquí normalmente no sucede.....
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El amable anciano nos deja en un punto de encuentro, donde esperamos un cuarto de hora al autobús, y durante ese tiempo un Khmer que habla inglés muy bien nos hace preguntas (¿A dónde van? ¿De dónde vienen? etc.)
El autobús llega y tomamos nuestros asientos asignados. Apenas unos segundos después de empezar el viaje, el chófer sube el volumen de la música Khmer a un nivel de festival. En el frente, en el techo, hay un televisor con los videos musicales y las letras para cantar. Tolerantes y entusiastas como somos, intercambiamos miradas de desesperación y nos metemos los tapones en los oídos.
Después de dos horas hacemos una pausa; al borde de la carretera vemos a varias personas comiendo pequeños trozos negros. Miramos a una mujer que tiene una montaña entera de este bocadillo frente a ella. Se trata de cucarachas (atención al título de la entrada), fritas y sazonadas. Esta es la primera vez que percibimos insectos como alimento relevante para la población. En Tailandia, ni siquiera en los mercados más auténticos vimos algún artrópodo en las sartenes y ollas. El viaje continúa y solo se interrumpe una vez más, cuando una pareja necesita cambiarle el pañal a su hijo (todo de pie y con una botella de agua), que, por supuesto, está envuelto en una bolsa de plástico y luego se tira en la cuneta.
También en nuestro destino un conductor de TukTuk nos recoge y nos lleva al albergue, y luego nos explica que el viaje fue gratis, pero que no recibe dinero del albergue y vive de que ahora debemos comprar un tour con él. Da una impresión muy amable y discreta. Los precios también son razonables, aun así tenemos que posponerlo y le decimos que tenemos que pensarlo - él es muy comprensivo. Hacemos el check-in y vemos cómo el conductor de TukTuk recibe dinero del recepcionista, ... hmm....
Vamos a nuestra habitación: muy grande, muy limpia, y nos relajamos allí un rato, hasta que el hambre nos lleva de nuevo afuera. Se siente mucho más cálido que en Siem Reap; el calor y el hecho de que no encontramos un restaurante adecuado impactan nuestro ánimo, el cual se mejora notablemente con un té helado de limón. Después de una rápida compra en el supermercado, regresamos al albergue.
La tarde avanza y esta vez hemos pensado un poco más sobre dónde queremos cenar. Vamos al centro de la ciudad, que está mucho más animado, aunque todavía no encontramos nada que nos satisfaga culinariamente (aunque Jonna come sopa de fideos con pollo, 5/10, 0,65€), lo que nos lleva a cruzar el río que divide la ciudad en dos. No pasamos ni un minuto en el lado opuesto cuando encontramos un excelente restaurante local y pido fideos con carne de res (9/10, 1,80€). Ambos quedaros bien satisfechos, caminamos a casa y nos acostamos.