Foilsithe: 14.04.2019
Después de recoger el llavero de mis padres en la TU Chemnitz el martes 29 de enero de 2019, caminamos primero por la Reichenhainer y luego por la Bernsdorfer Straße en dirección al centro de la ciudad con el gordo. En la intersección de Lutherstraße, el gordo se sienta y está a punto de hacer caca. Como ya había disfrutado de esta actividad por la mañana, no queda nada de la acción que pudiera haber recogido. Así que seguimos caminando y ya estoy pensando en la panadería, son casi las cuatro, es hora de un cafecito. Entonces, un VW Passat azul se detiene a nuestro lado, el conductor baja de su auto con un pañuelo de papel en la mano, me grita: 'Mira lo que he encontrado de ti.' e intenta presionarme la caca de perro (probablemente un montón al lado de Rango en su intento) en la cara. Justo puedo esquivarlo, pero la chaqueta prestada de mi abuelo recibe un poco. También logro desviar el intento de darme un golpe y tengo que mantener a Rango a raya, que querría defenderme con gusto. Entonces el sheriff wannabe se va visiblemente satisfecho y me deja algo atónito. En los días siguientes, me surgen algunos pensamientos sobre el incidente...
Tuve que volver a casa para que me sucediera tal cosa.
Qué gran ambiente aquí en la ciudad de Chemnitz.
Hay que considerar el esfuerzo logístico de toda la acción. Parar, recoger la caca, depositar la caca en el auto, continuar, detenerse de nuevo, lanzar caca a Steffen, irse... ¡Está loco!
En otros países parece haber un tipo de consenso social sobre no lanzarse excrementos. Lo mismo me parece un logro civilizatorio discutible y deseable para mi tierra natal.
Por suerte, durante mis vacaciones en casa, además de estos encuentros extraños, también tuve suficiente contacto con gente normal y ya puedo reírme del incidente. Sin embargo, queda la impresión de que aquí algo se está desplazando o ya se ha desplazado. Es una pena, en realidad.