Foilsithe: 22.01.2020
Viajamos casi una semana a través de una zona montañosa que ellos llaman Araucanía, como ya mencionó Simon. Desde Victoria hasta Curacautín, todo sigue adentrándose en las montañas hacia Argentina. A solo unos kilómetros de la Ruta 5, la vital transversale norte-sur de Chile, uno se siente al menos 20 años atrasado y el entorno recuerda un poco a Bolivia y Perú: Casitas sencillas, muchas tiendas privadas con diversas mercancías, unas cuantas ventanas de comida, gente sentada en bancos, quioscos de helados, ... y de la agricultura industrial, rápidamente ya no hay rastro. Al menos desde Curacautín solo veíamos bosques antiguos y majestuosos, prados llenos de flores hasta la rodilla, cercas para pastos, a veces con cabras o ovejas, algunos jinetes y granjas, en resumen: paisajes de cuento de hadas, incluyendo un clima impecable. También nos llamó inmediatamente la atención lo amables que son las personas. Detrás de Curacautín incluso nos saludaron desde un auto que pasaba.
La región al sur del río Biobío no pudo ser conquistada por los españoles durante mucho, mucho tiempo, hasta el siglo XIX. Los indígenas, varios pueblos que se agrupan bajo el nombre de Mapuche, defendieron su (originalmente más extenso, ahora el núcleo) territorio de manera persistente y como único grupo lo hicieron con éxito durante mucho tiempo. Incluso hoy, en las colinas y mesetas de Araucanía, viven principalmente Mapuche que se dedican a la agricultura y ganadería. No les va muy bien en comparación con el resto de la población chilena. La constitución tampoco los protege o apoya específicamente como indígenas, como suele ocurrir en otros países.
Los Mapuche se reconocen visualmente de inmediato. Tienen piel oscura, un rostro más plano y cabello negro azabache. - A diferencia de los 'otros' chilenos, que en realidad parecen europeos. (Nosotros no destacamos entre ellos a primera vista como extranjeros). Me parece increíble que las dos sociedades sigan viviendo paralelamente hasta hoy y apenas se mezclen - al menos aquí en la rural Araucanía.
En el lago Icalma, era tan mágicamente hermoso que decidimos pasar la noche allí. Al borde del camino decía una y otra vez