Foilsithe: 14.12.2018
Casi la mitad de mi tiempo en Nueva Zelanda ha pasado. Hoy son exactamente 87 días que llevo aquí y ha pasado mucho. Melli y yo trabajamos cuatro semanas en una plantación de manzanas y durante esas cuatro semanas encontramos un segundo hogar en Napier. Napier es hasta ahora una de las ciudades más bonitas que hemos visto. Nuestro albergue estaba justo en la costa este y desde nuestra habitación de seis camas teníamos una vista increíble del mar. Sin embargo, no se podía nadar porque la corriente allí es muy fuerte. A cambio, hay muchas pequeñas fogatas donde se puede hacer una hoguera en la playa por la tarde.
Cada mañana, nuestro despertador sonaba a las 05:30 y puntualmente al amanecer, junto con algunos amigos del albergue, viajábamos en una furgoneta a la plantación, que se encontraba un poco fuera de la ciudad. De lunes a sábado trabajamos 9.5 horas cada día, regresábamos a las 17:30 y por lo tanto también nos íbamos a dormir muy temprano. Dado que la temporada de manzanas no comienza hasta finales del verano, éramos más responsables del cuidado de los árboles que de la recolección de manzanas. Nuestras tareas variaban casi cada semana. Las primeras semanas trabajamos en los árboles grandes y viejos. Esto se llama Shoot Ripping, es decir, arrancar brotes y ramas jóvenes para dar más luz solar a las manzanas. En otros días teníamos varios trabajos, entre ellos Flower Thinning, Cutting, Clipping y Weeding. Allí trabajamos en los árboles jóvenes, tuvimos que cortar flores y ramas, engancharlos y desherbar. Lo peor fue fijar el riego, que se puede comparar con hacer 500 sentadillas al día.
Pero lo más genial para nosotros era la plataforma. Allí solíamos estar cuatro, sin supervisor, y en el trabajo podíamos hablar mucho más y hacer locuras. La plataforma es un vehículo que puede elevarse hasta 12 metros de altura para alcanzar las flores y manzanas en la parte superior. Trabajar en la plantación era a veces muy cansado o monótono, pero aun así tuvimos muchas experiencias y conocimos a personas maravillosas. Y cada noche cuando "regresábamos a casa", contábamos a nuestros amigos de otras plantaciones sobre nuestro día, tomábamos una cerveza juntos o hacíamos algo en nuestro día libre. En cuatro semanas conocimos a un montón de gente y encontramos amigos maravillosos, ¡pero sobre todo, en Alemania no se nos van a caer los manzanos tan rápido!