Foilsithe: 24.05.2023
Llevamos tres semanas viviendo en la granja Tsukuyomi en Awa-shi. Con 20 otros Workawayers trabajamos diariamente en los campos de verduras. La vida cotidiana está marcada por la convivencia en comunidad. Hemos encontrado muy buenos amigos nuevos que nos han inspirado y conmovido con sus historias. Cada uno aquí está en una especie de viaje de descubrimiento sobre sí mismo. ¿Cómo queremos vivir en el futuro? ¿Qué nos hace realmente bien? ¿Qué entorno es sanador para mí? Compartimos estas preguntas juntos, encontrando respuestas conjunta-mente. En el centro se encuentra la agricultura ecológica y sostenible. Pero también la vida como una comunidad social que se beneficia de las habilidades individuales en lugar de centrarse en la homogeneización y la eficiencia.
Trabajamos en cuatro equipos diferentes. Tres de ellos trabajan en el campo. La tarea puede ser cosechar (por ejemplo, lechuga, frijoles, brócoli o daikon), quitar maleza o sembrar nuevas semillas. También descubrimos muchos habitantes del campo: mariquitas, mariposas, arañas, orugas, abejitas y peligrosos ciempiés (sí...los grandes...12 cm...y son venenosos...¡ya hemos tenido heridos!).
A veces también hay tareas más específicas, como instalar un sistema de riego o limpiar el campo de piedras. Después de la cosecha, regresamos a la granja. Allí se lava, pesa y empaqueta la verdura. Namira siempre está presente y le encanta ayudar. Con una hoz en la mano, intenta valientemente cosechar las verduras. O excava agujeros y hace pasteles de barro. De cualquier manera, siempre está muy ocupada. Con nuestros instructores japoneses nos entendemos bien, aunque solo hablan algunas pocas palabras en inglés, y es recomendable tener conocimientos básicos de japonés...(lamentablemente, aún no los tenemos...¿giri-giri...?) Sin embargo, muchos Workawayers se convierten en sólidas intérpretes en este punto, así que nos va bien.
El cuarto equipo, en el que trabaja Robin, se dedica a la casa del árbol. Desde hace semanas se está martillando y aserrando en las alturas vertiginosas de la pequeña casita. Salia suele estar allí, llenando su cuaderno de dibujos con entusiasmo o leyendo sola durante horas su libro de Jim Knopf.
Las chicas están aprendiendo muchísimo aquí. En la granja intentan hablar en inglés, y he observado a Salia conversando con los demás. Namira ya sabe cómo obtener cosas buenas: '¡Quiero chocolate!' o '¡Quiero helado!' - ¡y de hecho funciona! Aprendiendo haciendo en este caso.
Aunque la comunidad se siente como una gran familia, no se puede ignorar el hecho de que las personas aquí están presentes solo por un tiempo limitado. La dinámica puede cambiar completamente en pocos días. Esta semana llegaron cuatro o cinco nuevos, y ocho (nosotros incluidos) están dejando la granja. Así es la vida y todo llega a su fin. Sin embargo, no queremos perdernos la experiencia en la granja por nada del mundo. Nos vamos con un ojo riendo y otro llorando. Gracias, granja Tsukuyomi.
Por cierto: Salia tomó la mayoría de las fotos de esta publicación.