Publicat: 09.10.2017
Uno podría pensar que cuando uno tiene por delante el viaje de su vida, casi explota de emoción, pero para mí fue diferente. Tenía una sensación extraña y incómoda en el estómago, donde no había ni emoción ni grandes despedidas. Era casi como si sintiera solo vacío. Pero eso cambió, gracias a Dios, cuando estaba sentado en el avión, mirando por la ventana, observando una hermosa puesta de sol y pensando en lo que me espera en este vasto y grande mundo. Ese fue el momento en que empecé a sonreír y sentí alegría en mi cuerpo. Porque sabía que conocería a personas de tantas culturas diferentes y con tantas perspectivas de vida distintas, ¡y que sin duda aprendería mucho sobre mí mismo también! Y esa es precisamente la razón por la que decidí hacer este viaje, que todo esto realmente va a suceder, ahora me doy cuenta, ¡oh sí, tengo alegría de vivir en mí!