Publicat: 14.10.2022
Bukarest, una ciudad con mucho buen café.
El café aquí es mucho más barato que en casa, se prepara de manera diferente y en cada pequeño café se puede ver un bonito patrón en la espuma de leche (eso me impresiona, a Kevin le importa menos ‘lo importante es que sepa bien’).
En el agradable BEAT Bar había cerveza económica, perros y hippies tocando la guitarra.
Una gran diferencia con Viena son los controles de los transportes públicos. Poco después de que Kevin se diera cuenta de que 'viajar sin billete sale a cuenta', ya que solo cuesta 10 €, llegó el primer control (teníamos un billete). Cinco minutos después, en el mismo autobús, el siguiente. Al final, nos controlaron al menos una vez en cada viaje, y siempre nos controlaban primero, ya que éramos turistas evidentes.
Nuestro punto culminante fue el 'Oraselul Copiilor', un parque con posibilidades deportivas como calistenia, canchas de fútbol y un ambiente del Prater de Viena. A partir de las 12, la música (muy distorsionada) salía de los altavoces y un hippie más se puso a bailar de manera extremadamente animada.
La ciudad está fuertemente marcada por la revolución de 1989, casi en cada esquina hay algo sobre ello.
Por último, se puede decir que con conocimientos básicos de español se puede al menos leer un poco de rumano.
Ahora nos dirigimos a un viaje en tren de 10 horas a Sofía.
Hasta pronto.