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02.02.2017

Publicat: 15.02.2017

Pero levantarse temprano vale la pena. Se nota de inmediato que la población rural puede sustentarse en gran medida por sí misma. Todas las frutas provienen del propio jardín o del de un vecino, la mermelada y el embutido están hechos en casa, así que, a diferencia de en La Habana, no dependemos realmente de la situación de compra en los supermercados. Después de encontrarnos en la plaza del mercado, algunos guías intentan ofrecernos paseos a caballo y se hacen pasar por nuestra cita, antes de que llegue el verdadero Roberto. Él nos lleva a una corta caminata y pronto todos estamos montando. Nuestro guía es muy firme, a veces demasiado riguroso con los caballos, pero ellos obedecen (quizás por eso) muy bien y siguen la orden. Solo Chocoloco a veces es un poco perezoso, pero solo hasta que Mojito o alguien más intenta adelantarlo. Mi Caramello se comporta tranquilo y discreto. El paisaje es hermoso y compensa el programa turístico que realizamos en forma de una presentación montada en una granja de tabaco y varios lugares de excursión. Y aunque no somos en absoluto los únicos visitantes montados, siempre hay tramos desiertos entre los campos de tabaco, pequeñas cabañas de campesinos y pequeños ríos. Todo esto ante el impresionante panorama del Valle de Viñales con sus formaciones rocosas que parecen un poco irreales. Nunca pude entender mejor que ese día cuánto representa realmente la libertad el 'saber montar' y también tener un propio caballo. Después de casi tres horas, los huesos (especialmente en las partes del cuerpo cercanas a la silla) duelen un poco y nuevamente tenemos tierra firme bajo los pies. Hay una porción de pasta para reponer fuerzas y luego nos dirigimos a una pequeña caminata por la tarde, intentamos escalar una de las formaciones rocosas, fracasamos miserablemente, vemos cuevas, tenemos conversaciones interesantes y finalmente regresamos. Pero por la noche como una hamburguesa barata y no muy buena y frituras. Después me dirijo a la plaza, donde hablo con tres chicos que, como resulta, también son alemanes y están estudiando en la Ciudad de México. Nos citamos para una caminata a la mañana siguiente. Ellos se van a casa, pero yo paso brevemente por el bar, donde conozco a todo un grupo de viajeros solitarios (una francesa, una española, otra alemana, un californiano, algunos escaladores de Colorado (entre ellos Klynn, olvidamos los nombres de los otros varias veces) y muchos más). Dos Cuba Libres más tarde, me dirijo a casa, porque estoy totalmente cansado.

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